de su columna "Paradigmas".
“Sábete Sancho que no es un hombre más que otro si no hace más que otro…” Así se lo dijo Alonso Quijano, quien en su locura se creía el Gran Caballero Andante, Don Quijote de la Mancha, a su fiel, ingenuo, pero sabio escudero.
Esto, después de que unos pastores le molieron a pedradas por haber confundido a sus ovejas con belicosos guerreros que ostentaban diferentes nombres de personajes de los libros de caballería que tanto emocionaban a los españoles de aquella época.
Siempre se ha esgrimido el argumento de que “El Ingenioso Hidalgo, Don Quijote de la Mancha”, fue un texto escrito por el sufrido soldado que peleó en la legendaria batalla de Lepanto, para satirizar, precisamente a esas historias.
Sin embargo, hay que aceptar que dicha versión es sólo una puerta de escape de los actuales enciclopedistas para no ahondar en elementos de teoría literaria ni referentes históricos que les llevaría meses redactar y adquirir dinero para obtener el papel que necesitan.
Ahora que también ello representaría una causa de confusión para los estudiantes de niveles inferiores y que no se encuentran interiorizados en el tema de la literatura.
Lo cierto es que el del Quijote, es un texto que representa un enigma muy intrincado de resolver y no únicamente un motivo de diversión o distracción, aunque algunos pasajes resultan altamente hilarantes, como el de los molinos de viento.
La primera parte fue escrita en prisión, dentro de una celda paupérrima, estrecha y maloliente, hacia el año de Mil Seiscientos cinco, cuando fue publicada. Al momento representó un rotundo éxito en la Península Ibérica.
Tan cómico les era a los españoles, que un fraile jesuita, quien creía a pie juntillas(disculpe la grotesca expresión antilingüística), que la risa es una manifestación vulgar para los que creen en los cuatro evangelios, decidió leerlo.
El hombre, que nunca había esbozado una sonrisa, terminó los primeros capítulos ahogándose por las carcajadas que pegaba y no le dejaban respirar, obviamente llamando la atención de todo el monasterio.
Lo cierto es que el Quijote es una amalgama de protestas hacia un sistema filosófico y costumbrista caduco, es el grito del progreso dirigido directamente a una sociedad que se portaba cruel ante sus hijos.
Prueba de ello es la liberación de los galeotes, que a pesar de ser criminales, e incluso haberle pagado con hierba mala a sus emancipadores, robando el jumento de Sancho Panza, eran seres humanos que estaban condenados a cumplir con un destino cruel: el de remar día y noche, sin comer y totalmente encadenados, hasta morir por la pérdida del aliento y los latigazos propinados o bien asesinados al considerarse inútiles.
El espíritu bondadoso y proteccionista del manchego de galgo corredor y adarga antigua, es visible al no tolerar que un infante fuera lacerado en su presencia, aunque luego a éste le resultara contraproducente.
Y si retomamos el tema de los juegos de palabras y la teoría literaria, le daré un tip al lector. Un anagrama se trata de un mensaje escondido dentro de un nombre u oración.
“El Ingenioso Hidalgo, Don Quijote de la Mancha”, está plagado de ellos. Pero yo solamente les descubriré dos, aparte de informarles que el mismo nombre de la historia lo es.
Dulcinea del Toboso, la mujer a la que el caballero andante incrustado en la realidad, guarda la sentencia que denomina “Osado culto del bien”; Rocinante, el corcel que monta Don Quijote y al que el compara con el Bucéfalo de Alejandro Magno, significa “Anterocín”.
Los consejos que el Hidalgo le da al escudero cuando se va a gobernar la inolvidable Ínsula Barataria, las frases célebres como la que recita “Los perros ladran, Sancho, señal de que cabalgamos…”
Por eso, “Príncipe de los Ingenios Españoles”; por eso, “Príncipe de las Letras”, nacido en Alcalá de Henares; por eso y por tus novelas ejemplares…gracias.
“Sábete Sancho que no es un hombre más que otro si no hace más que otro…” Así se lo dijo Alonso Quijano, quien en su locura se creía el Gran Caballero Andante, Don Quijote de la Mancha, a su fiel, ingenuo, pero sabio escudero.
Esto, después de que unos pastores le molieron a pedradas por haber confundido a sus ovejas con belicosos guerreros que ostentaban diferentes nombres de personajes de los libros de caballería que tanto emocionaban a los españoles de aquella época.
Siempre se ha esgrimido el argumento de que “El Ingenioso Hidalgo, Don Quijote de la Mancha”, fue un texto escrito por el sufrido soldado que peleó en la legendaria batalla de Lepanto, para satirizar, precisamente a esas historias.
Sin embargo, hay que aceptar que dicha versión es sólo una puerta de escape de los actuales enciclopedistas para no ahondar en elementos de teoría literaria ni referentes históricos que les llevaría meses redactar y adquirir dinero para obtener el papel que necesitan.
Ahora que también ello representaría una causa de confusión para los estudiantes de niveles inferiores y que no se encuentran interiorizados en el tema de la literatura.
Lo cierto es que el del Quijote, es un texto que representa un enigma muy intrincado de resolver y no únicamente un motivo de diversión o distracción, aunque algunos pasajes resultan altamente hilarantes, como el de los molinos de viento.
La primera parte fue escrita en prisión, dentro de una celda paupérrima, estrecha y maloliente, hacia el año de Mil Seiscientos cinco, cuando fue publicada. Al momento representó un rotundo éxito en la Península Ibérica.
Tan cómico les era a los españoles, que un fraile jesuita, quien creía a pie juntillas(disculpe la grotesca expresión antilingüística), que la risa es una manifestación vulgar para los que creen en los cuatro evangelios, decidió leerlo.
El hombre, que nunca había esbozado una sonrisa, terminó los primeros capítulos ahogándose por las carcajadas que pegaba y no le dejaban respirar, obviamente llamando la atención de todo el monasterio.
Lo cierto es que el Quijote es una amalgama de protestas hacia un sistema filosófico y costumbrista caduco, es el grito del progreso dirigido directamente a una sociedad que se portaba cruel ante sus hijos.
Prueba de ello es la liberación de los galeotes, que a pesar de ser criminales, e incluso haberle pagado con hierba mala a sus emancipadores, robando el jumento de Sancho Panza, eran seres humanos que estaban condenados a cumplir con un destino cruel: el de remar día y noche, sin comer y totalmente encadenados, hasta morir por la pérdida del aliento y los latigazos propinados o bien asesinados al considerarse inútiles.
El espíritu bondadoso y proteccionista del manchego de galgo corredor y adarga antigua, es visible al no tolerar que un infante fuera lacerado en su presencia, aunque luego a éste le resultara contraproducente.
Y si retomamos el tema de los juegos de palabras y la teoría literaria, le daré un tip al lector. Un anagrama se trata de un mensaje escondido dentro de un nombre u oración.
“El Ingenioso Hidalgo, Don Quijote de la Mancha”, está plagado de ellos. Pero yo solamente les descubriré dos, aparte de informarles que el mismo nombre de la historia lo es.
Dulcinea del Toboso, la mujer a la que el caballero andante incrustado en la realidad, guarda la sentencia que denomina “Osado culto del bien”; Rocinante, el corcel que monta Don Quijote y al que el compara con el Bucéfalo de Alejandro Magno, significa “Anterocín”.
Los consejos que el Hidalgo le da al escudero cuando se va a gobernar la inolvidable Ínsula Barataria, las frases célebres como la que recita “Los perros ladran, Sancho, señal de que cabalgamos…”
Por eso, “Príncipe de los Ingenios Españoles”; por eso, “Príncipe de las Letras”, nacido en Alcalá de Henares; por eso y por tus novelas ejemplares…gracias.
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