jueves, 25 de septiembre de 2008

Basile, el sincero; Perrault, el misericordioso. Por Gustavo Urquiza Valdez.

A la Maestra Virginia Caballero, en memoria de nuestro seminario de literatura italiana del Cuatrocientos en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Chihuahua.

Los cuentos de hadas no funcionan como tales. Llevan en sus entrañas toda una complicada serie de simbolismos que distan mucho de ser apropiados o mejor dicho, inteligibles a los niños.
A veces, el lector no se da cuenta y puede resultar que el autor de una de estas peripecias solamente le esté insultando mediante claves y enigmas que no son indescifrables, pero tampoco son superficiales.
En la historia de la literatura universal, se encuentra plasmado con letras de oro el apellido Perrault, su nombre, Charles. Era francés y de un acervo bibliográfico destacado en la sociedad de tipo cortesano e hipócrita en el que le tocó vivir.
A él le debemos que nuestros maestros en preescolar, nos hayan contado la fantasía de la Caperucita Roja, pués él la escribió; adaptó el cuento de “La Cenenterola” italiana, es decir, “La Cenicienta”; ideó la historia del Pulgarcito, entre otras.
Pero una de las más sobresalientes es la de “El gato con botas”, por su ingenio, ágil narrativa(para quienes le han leído en francés), y la manera tan arbitraria con la que le quita el mérito a Juan Bautista Basile.
Basile fue quien esquemó los cuentos de hadas, así como los conocemos en la actualidad, al rescatarlos de la tradición del habla y plasmarlos en el papel en un compendio al que tituló como “El cuento de los cuentos” y entretenimientos para la gente simple, como lo dijo él mismo en cierta ocasión, en la época del “Cuatrocientos” italiano, en el que surgieron el “Bertoldo, Bertoldino y Cacaseno”, de Julio César Croce.
Juan Bautista incluyó en su lista las vicisitudes de una gatita a la que bautizó como “La gata cenicienta, que tenía el don del habla y un coeficiente intelectual superior al de los humanos, tanto que prefería maullar y no demostrarlo.
Pertenecía, como en la versión de Perrault, a un anciano campesino que muere y la deja como herencia a su hijo el menor, quien al principio reniega de ella, al ver que sus dos hermanos mayores se quedaban con bienes materiales.
Pero la gatita, al percatarse de la desgracia del joven, decide ayudarlo para que se convierta en un partido digno de contraer matrimonio con alguna princesa hermosa y dueña de inmensas fortunas, tal como en la versión de Perrault.
Sólo que Perrault, nos presenta un gato espadachín y que puede andar en dos patas, erecto, sombrero de pluma en la cabeza, capa y calzando botas. Manipulador y ladrón. Ignoro totalmente si Monsieur Charles, lo hizo a propósito, pero maculó la figura del felino, ya que la mayoría de los teóricos literarios y seudoestudiantes de letras interpretan el texto como un análisis de lo que es un minino y sus hábitos.
Dando por sentado que así son los gatos, ladinos y ventajosos, quieren salvar la figura del ser humano, representado por el joven campesino, noble y educado. En cambio Basile, cuando la gata cenicienta logra su objetivo de ayudar a su amo para que fuera feliz y de paso destruir a un malvado ogro, cuenta como se comporta malagradecido su ahora poderoso amo.
Cuando éste vuelve a caer en desgracia, quiere recurrir a los favores de la animalita, sin embargo ella, gracias a su coeficiente intelectual, aprovecha la primer oportunidad que se le presenta para huir despavorida al bosque, asustada del género “humano”. Cada quien, según su criterio. ¿Cuál es el suyo, amable lector?.

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