lunes, 29 de septiembre de 2008

La transfiguración de la rosa


por
Gustavo Urquiza Valdez


Estamos al límite de una disfunción social. El Mundo se encuentra enfrentando momentos críticos en todos los aspectos y los valores pierden su ascepción sin que nadie se preocupe en ningún instante por reivindicarlos.
Rumbo al Día Internacional de la Mujer, el Ser Humano se niega a darle el lugar que esta merece, vilipendiando sus status más intocables, negándole cualquier derecho de autonomía intelectual.
Sin embargo, a lo largo de la historia, las mujeres han demostrado la calidad y capacidad neurológica que les caracteriza, y no estoy hablando de una Lucrecia Borgia o una Cleopatra, que fueron mortíferas en muchos sentidos para quienes les rodeaban.
La Reina Nefertari del Antiguo Egipto, considerada como la más hermosa dentro de la cronología de esa civilización, inspiró las construcciones más suntuosas y bellas, mandadas erigir por su esposo el Faraón Ramsés II.
La conducta de esta noble fue un paradigma en la vida de su consorte, pués no solamente era hermosa físicamente, sino también brillaba por su intachable conducta, tanto que enamoró contundentemente al esforzado Faraón, que hay esculturas gigantescas que se pueden ver zurcando el Río Nilo.
Durante el predominio de la Santa Inquisición, fueron mandadas a la hoguera, mujeres que víctimas de la esquizofrenia, eran tomadas como poseídas por alguno de los demonios de la religión, y sin más ni más eran sometidas al fuego.
Pero la mujer no ha claudicado en su afán por seguir adelante con tenacidad y denuedo. Prueba de ello nos lo da la poetisa helénica Safo, de la isla de Lesbos, quien en medio de una Pléyade de poetas, supo eternizarse con lo melodioso de su poesía, a tal grado que los estudiantes de literatura, actualmente, no pueden prescindir de leer sus odas y cantos.
Isis, otra Reina del Egipto Clásico, supo reforzar a su compañero Osiris, sacando adelante el imperio en los momentos de peligro, siempre con la frente muy en alto. En tanto que en el Medio Oriente, existió una doncella que se dedicó a las matemáticas y a la geometría, pagando ello con su vida, ya que murió lapidada por la muchedumbre.
La mitología griega, con todo el glorioso pasado cultural que le impregna a la región occidental de nuestro Planeta, a veces trata de una manera muy poco decorosa a las damas, criticándoles su supuesta vulnerabilidad por la vanidad y la lujuria.
La Guerra de Troya fue originada, según la leyenda, por la Discordia. Uno de los dioses, paganos, decidió realizar un gran banquete en el que estarían invitados todos sus iguales, menos la Diosa de la Discordia.
Al darse cuenta de ello, esta decidió hacer una visita subrepticia a los comensales, en la que los espiaría y les echaría a perder la fiesta, echando mano de un ardid muy tenebroso: lanzó una manzana al medio de la mesa, la cual tenía incrustado un mensaje que decía, “Para la más bella.
Al momento se volcaron sobre ella Palas Atenea, Diosa de la Sabiduría y Afrodita, Diosa del Amor. Al no poder resolver la discusión en ese momento, decidieron recurrir al juicio de un mortal.
Ese mortal le tocó ser al imprudente Páris, hijo del Rey de Troya, Príamo. Para tener seguro el triunfo, la Diosa Afrodita se adelantó y le propuso a Páris que si inclinaba la balanza a su favor, le daría los dones del amor y le brindaría por compañera a la mujer más hermosa que existiera.
Excitado por la perspectiva de convertirse en el hombre afortunado de poseer a esta mujer, Páris accedió y Afrodita cumplió su ofrecimiento. La femme más bella, entonces, era Elena o Helena(se escribe de las dos formas), hermana de los Dióscuros y esposa del Rey Menelao, hermano del Rey Agamenón, ambos hijos de Atreo.
Páris, valiéndose de la confianza de Menelao, y de su hospitalidad en su Palacio, enamoró a Elena y la raptó una noche, acompañado de su ejército. Lo anterior fue lo que dio origen al tristemente célebre “Sitio de Troya”, que duró más de diez años y terminó con el incendio de esta ciudad.
Pero también hay momentos en que la inteligencia helénica o griega, reconoció la bestialidad del sexo masculino en contra del femenino. Es el caso de Heracles y su esposa Megara, quien murió asesinada por aquel debido a una crisis de furia que sufrió.
Como castigo, el semidios, hijo del Soberano de los Dioses, Zeus, tuvo que llevar a efecto una serie de trabajos, entre los que se encuentran señalados el matar al León de Nemea y salvar a Prometeo de la tortura a la que estaba sentenciado: estar encadenado y ser devorado eternamente por los buitres, por haberle dado a conocer el fuego a los hombres.
Otra de las innegables inteligencias femeninas fue la de Madame de Stäel, al producir el primer manifiesto del Movimiento Romántico o Romanticismo Decimonónico en Alemania, cuando eran los hombres precisamente quienes se encargaban de tales menesteres.
La primer cosmonauta viajó al espacio sideral ya casi entrando los setentas del Siglo Veinte, su nombre era Valentina Thereskova, otro triunfo que enarboló el llamado sexo débil.
En el mundo de la pintura, muchas de las obras inmortales son figuras femeninas, tales como las Odaliscas o las Majas, estas últimas hechas por el pincel del español Francisco Goya.
Pero la literatura todavía resguarda más paradigmas de la fortaleza de la mujer. Francoise Sagan, una adolescente de quince años, irrumpió con su conmovedor texto “Buenos días tristeza”, dejando pasmados a los críticos de su tiempo debido a la calidad de sentimientos tan profundos que era capaz de manejar esta escritora tan joven.
La narración melancólica y palpitante de otra muchachita, se plasmó en “El Diario de Ana Frank”, el cual es un testamento humanitario del horror que desencadenó el Holocausto, precisamente ahora que se cumplen sesenta años de la liberación de los prisioneros de los campos de concentración del Holocausto.
Aquí en México, ni para qué darle vuelta de hoja: Sor Juana Inés de la Cruz.

Reportaje acerca del "Día de Muertos"

Dicen que la infancia termina cuando se sabe que la muerte existe. Los antropólogos y los sicólogos han descubierto que en el niño de determinada edad, la actividad lúdica(capacidad para idear juegos y divertirse), experimenta un cambio cuando se ve por vez primera a una persona finada.
La muerte ha tenido conceptos diferentes a lo largo de la historia de la humanidad en las diversas culturas que han existido. No importa el continente, sea África, Oceanía, Asia, América o Europa, la curiosidad es latiente.
Nuestra cultura mexicana o mestiza, que como dijo José Natividad Rosales, siempre ha querido hacer suya a la prehispánica, no se ha definido muy bien en cuanto al tema, a decir de expertos en la materia.
Los egipcios, cruzaban el río que les llevaba al Valle de los Muertos, en donde también existían las jerarquías. Los Faraones y las Reinas, eran ataviados con las mejores vestimentas y embalsamados mediante un método que actualmente ni el mejor de los egiptólogos ha descubierto. Además, los perfumaban con esencias, cuyo olor perdura hasta nuestros días.
La tumba más famosa del Egipto Antiguo, fue la que descubrió el inglés Lord Carnavon, misma, que los amantes del esoterismo e historias inexplicables, dicen que le costó la vida, junto con sus acompañantes.
Se trata de la tumba del Faraón Niño, Tuthankamen, a quienes muchos aseguran como otra encarnación de Jesucristo en la Tierra de los hombres. Curiosamente, dentro del sarcófago de lujo, pués es de oro y estaba rodeado de joyas incrustadas, no se encontró a ningún gato.
Los egipcios adoraban a este animal porque le consideraban de buena suerte y espantaba a los malos espíritus, tanto que le rendían culto a una diosa con aspecto felino, Bastet. Entonces, embalsamaban a algún minino para que acompañara al jerarca en su viaje al ya mencionado Valle de los Muertos, y de paso, asegurarse que no volviera.
En el caso de los griegos, Homero y Jenofonte nos dan la información que requerimos para saber qué es lo que pensaban los helenos acerca de la huesuda. Sencillamente morían y la oscuridad o Hades, cubría sus ojos y no había más.
La tumba griega más famosa es la que descubrió Arthur Schliemann: la del Rey Agamenón.
Por su parte, los indios, los de la India, tenían un montón de niveles en su concepto fúnebre. Había quienes se quedaban vagando aquí, de cuerpo en cuerpo, ya sea de animal o ser humano; los más capaces y virtuosos, eran quienes alcanzaban el Nirvana o Tesoro Celestial.
Para los romanos, los antiguos latinos, les esperaban los Campos Eliseos(no la Avenida Parisina), en los que había una paz y tranquilidad inigualables, pero en los que seguían existiendo con la misma corporeidad que poseían cuando vivían.
Y por fin los judíos. El Eclesiastés, número siete, ordena claramente que lo mejor es vivir la vida por el camino que Yavéh(Aquel que fue, es y será), nos trazó, para tomar en serio el final que en determinado momento nos llegará y asumirlo con sabiduría y repudiando la vanidad, prefiriendo ir a la casa en la que se guarda luto y gravedad que a la que ostenta festín y lujuria.
Aparece en escena Jesucristo, en el Nuevo Testamento y ya son las gestaciones de lo que en el futuro sería la Civilización Judeocristiana, en la que estamos esperando su regreso, ya no como el cordero tolerante y humilde, sino como el juez que viene a ajustar cuentas. Ahí, muertos y vivos volverán a compartir la misma dimensión, mientras se efectúa lo que los cristianos llaman Juicio Final.
El florentino anterenacentista, Dante Alighieri, nos legó una muy particular idea de lo que es el panorama que nos aguarda después de que morimos. Infierno, Purgatorio y Cielo. En el primero pone a los paganos y a todos los paisanos que le caían mal o estaban en contra de sus ideas políticas; en el segundo, a los que estaban purgando sus culpas y en el último, a su amada Beatrís Portinari y a los que le habían hecho un bien algún día.
Los escandinavos tenían al Palacio Wallavajah, en donde los esperaba su Señor Odín o Wotan, quien se encargaría de darles su merecido, según la forma en que habían muerto: heroicamente, comida y vino; sirviendo a la sociedad, algo menos pero conformante; a los cobardes y traidores de los dioses como Benethon, Alberich y otros, los dejaba fuera, aguanto los olores putrefactos de su descomposición.
Volviendo a México. Hay algo que se llama Día de Muertos y a lo largo de la República se festeja de múltiples maneras. En el Sur, la gente lleva alimentos a la tumba de sus difuntos y a la mañana del siguiente día, regresa a comerse lo que los muertitos dejaron al terminar su banquete.
Los altares de muertos es una constante en todos los estados. La comida que más le gustaba a los finados, flores, velas, la imagen de algún santo o la Virgen de Guadalupe(hablo del ámbito católico, que es el que impera en el país, hay otras religiones que no tienen contemplados en sus costumbres estas tradiciones).
El dos de noviembre es la fecha en la que se festeja, se recuerda o se conmemora, cuestión de criterios, la partida de nuestros seres queridos.
A nivel local, según palabras de Jesús Aguirre Aguilera, encargado de la florería “El Tulipán”, este día no es significativo, remunerativamente hablando para comercios categóricamente establecidos como ellos, sino más bien para los comerciantes foráneos que traen flores del sur del país y tienen la oportunidad de vender en la modalidad de ambulantes.
“Son los que incluso, pueden ir a la puerta del cementerio y allí mismo hacer su agosto”, dijo y agregó que ello resulta desventajoso para ellos, porque las rosas, claveles y toda la flora que venden como negocio establecido, lo hacen pagando flete, mientras que los vendedores que vienen de otras partes no enfrentan ese compromiso.
Y en la calle Angostura, número tres, la familia Rodríguez Gaytán se avocó a fabricar coronas para tumbas. Los señores Porfirio Rodríguez y Rosalba Gaytán, junto con sus hijas, Susana, Blanca y Lety, en un afán por preservar la tradición, aprendieron el oficio de la noche a la mañana.
“Mis hijas, nada más vieron una corona de esas y luego, luego, supieron cómo hacerlas, son muy inteligentes, y ahí están, a las órdenes de los parralenses”
Dijo el Papa Juan Veintitrés en su encíclica “Mater et Magisteri”, hay que reclamar el lugar digno que nos merecemos en el mundo de los hombres, para ser dignos de ocupar un lugar en el Reino de los Cielos.

viernes, 26 de septiembre de 2008

La literatura de la Revolución Mexicana

por
Gustavo Urquiza Valdez

La figura del ilustre doctor Mariano Azuela, es un hito indubitable en la historia de la novelística mexicana, tanto que gracias a él, nuestra literatura posee lo que se llama el género de la Novela de la Revolución Mexicana.

Miembro egregio del Colegio Nacional, se convirtió en un grafómano, agotador de tinta incansable, además de poseer un talento innegable en su profesión de galeno. Su novela cumbre, “Los de abajo”, narra las vicisitudes de un valiente rebelde que lucha para que el movimiento armado no pierda su pureza.

Mariano Azuela
Entre otros destacados escritores de este género, se puede citar al chihuahuense Rafael F. Muñoz, y aunque no sea de mi agrado su obra, los que se dicen expertos en literatura mexicana, cuentan a Martín Luis Guzmán, cuyas “Memorias de Pancho Villa”, dejan mucho que decir y desde un enfoque más lógico, resultan dudosas y mediocres.

Exaltando la figura del mercenario carnicero “General” Fierro escribe y publica sus libros en España. Uno de sus más aclamados por la crítica es “El águila y la serpiente”. Hay que reconocer la densidad y dramatismo de uno de sus textos asquerosamente célebres: “La feria de las balas”.

En este describe cómo el sanguinario exferrocarrilero comete una verdadera infamia con unos prisioneros de guerra, federales, a los que ni siquiera les ofrece el beneficio del juicio y los asesina dentro de un corralón, con el previo pacto de que el que lograra saltar la barda y salir, podría seguir viviendo. Por supuesto, nadie quedó vivo. Fueron cientos de hombres.

Fierro tuvo una muerte angustiosa. Se hundió en un pantano, junto con el caballo. Hay que lamentarlo por este último.

De Rafael F. Muñoz, tenemos dos excelentes legados: “Vámonos con Pancho Villa” y “Se llevaron el cañón para Machimba”. El punto esencial de esta generación de escritores fue la de reprochar tanta sangre vertida para que después surgieran otras tiranías y represiones.

Sin embargo, honestamente, sí se logró mucho, desde el momento que se derrocó un absurdo, injusto y cruel gobierno personalista como el del oaxaqueño Porfirio Díaz, quien se colgó todas las medallas habidas y por haber en su uniforme militar.

Al pobre loco sólo le faltó caer en la presuntuosidad de Calígula, quitarle las cabezas a los monumentos de los héroes nacionales y mandar esculpir la de él como sustitución. Cuando se leen las anotaciones del periodista norteamericano Kenneth Turner, las cuales fueron recopiladas y reunidas en un solo volumen bajo el nombre de “México Bárbaro”, se entiende perfectamente bien que el cambio por las armas era ya justo y necesario.

Los asesinatos y crímenes de los indígenas yaquis, el exterminio de los apaches y la muerte artera de Victorio, las opresiones de los grandes hacendados y de cómo obligaban a los peones de sol a sol sin ninguna remuneración, llevaron a Turner a calificar que la situación del pueblo mexicano era mucho peor que el de la esclavitud de los afroamericanos en el Siglo XIX.

Por otra parte, las violaciones a las jovencitas de sus peones (que por cierto una de ellas fue la que provocó la bendita y legendaria figura de Francisco Villa), el derecho de pernada que tenían que cumplir las mujeres antes de casarse, que significaba que tenían que pasar la primer noche de bodas con el patrón, con los hijos de éste y finalmente con el caporal.

Francisco Villa en una de sus muchas victorias.
Y qué decir del tenebroso Valle Nacional. Suponga usted que se encuentra paseando a eso de las ocho de la noche, por las calles de equis lugar, es el año de Mil Novecientos y un gendarme se le acerca y le dice “me gustas para que seas sospechoso de ser un criminoso y que hiciste algo…tás detenido…”. Sin decir agua va lo amaga con la pistola, lo lleva a la cárcel y lo recluye en el calabozo más aislado. Ya no volverá a ver a su familia ni ella a usted, porque sabe qué, lo llevarán al Valle Nacional para que trabaje como esclavo sin ración de comida alguna, en la siembra del henequén y el algodón, hasta que muera o si lo consideran no productivo, sencillamente lo ahorquen, para ahorrar balas.

El Norte, decidió que era tiempo de cambiar. Surgió Francisco Indalecio Madero y expresó terminantemente “sufragio efectivo, no reelección”. Doroteo Arango Arámbula, junto con Tomás Urbina y Canuto Reyes le hicieron eco, y en el sur, Emiliano Zapata. Entonces comenzaron los balazos, que costaron el derramamiento de sangre de millones de hermanos mexicanos. Esperemos que esta parte de la historia nunca se deje de enseñar en las aulas y las pláticas de los mayores con los niños, para que las nuevas generaciones de nuestro país valoren lo que tienen, libertad de jugar, de gritar, de no ser aplastados ni obligados a hacer cosas por el autoritarismo.

Como exclamó el gran maestro José Vasconcelos: “La Revolución, en el sentido de derrocar a Don Porfirio, se puede considerar, más que santa, de índole divino…”

José Vasconcelos, mexicano ilustre a quien nunca he comprendido.

Lo hermoso del idioma.

Por
Gustavo Urquiza Valdez


Hace algunos años, cuando se dieron cita en la ciudad de Guadalajara(palabra de origen árabe que significa “Río de Piedras”, Hua-Da-Lajara,), Capital del Estado de Jalisco, los hombres y mujeres que tienen el privilegio de conocer la palabra, surgió una polémica.
Como invitados de honor, por ser Premios Nobel de Literatura, fueron Camilo José Cela, el español, autor de “La Familia de Pascual Duarte” y “La colmena”; el poeta y ensayista mexicano Octavio Paz, autor de “El arco y la lira” y “Libertad bajo palabra”; y, finalmente, quien quiso ser el protagonista del Congreso, el colombiano Gabriel García Márquez, autor, por supuesto, de “Cien años de soledad”, único libro que vale la pena en su repertorio.

El finado escritor español Camilo José Cela

Y es precisamente este último, quien más que desatar polémica, causó risa. Presentó y hasta tuvo la osadía de leer frente a tanto intelectual, un ensayo cándidamente titulado “Botella al Mar para el Dios de las Palabras”, en el cual, en pocas palabras, propone la erradicación de la bella ortografía.

Gabriel García Márquez

No hubo comentarios respetuosos, más que el de Octavio Paz (EPD). Pero los demás asistentes y auditorio en general se despitarraron en burlas y desconciertos al ver como el considerado mejor novelista de hispanoamércia hacía el ridículo a través de semejante osadía.
El cambio que proponía García Márquez, alias "el gabo", se asentaba sobre el argumento de que es urgente simplificar el idioma antes de que el idioma termine por simplificarnos a nosotros.
Obra de Dios que a los maestros Menéndez Pidal, Menéndez Pelayo, Ortega Gasset o Andrés Bello no lo escucharon. Alfonso Reyes le habría visto con lástima, los anteriores se habrían deprimido.

Menéndez Pidal, erudito.


Jorge Luis Borges nada más habría colocado tristemente su boca en sus manos asiendo su característico bastón y habría lanzado un suspiro.
Azorín, Pío Baroja, Unamuno…en fin. Tan solo al omitir los acentos, los puntos, las comas, los puntos y comas, las diéresis, se desataría el infierno gramatical, un retroceso a la España ocupada aún por los bereberes antiguos. No se entendería nada y, claro, no se efectuaría el proceso de la comunicación gráfica. Las confusiones al leer, podrían desatar un cáos.
Imagínese usted leer “Rayuela” de Julio Cortázar sin obedecer a las reglas de la puntuación, precisamente cuando una de las hermosuras del texto radica en el uso magistral que hace el autor del idioma español, entretejiendo vocablos ánglicos y acontecimientos catárticos y mágicos que sin el empleo de una buena redacción no sería, jamás, posible.
Aunque Julio y el “Gabo” eran amigos, seguro que aquel lo habría noqueado de una bofetada y avocado solamente a escribir en francés, para no ser la víctima de otra desilusión como esa.
Gabriel García Márquez comprendió que el protagonismo es abyecto y asqueroso, por lo que no tardó en pedir disculpas públicas ante las autoridades competentes: las academias y asociaciones de la lengua española en España, Hispanoamérica y Norteamérica, afirmando que lo que menos tuvo como intención fue la de insultar o blasfemar. Reconoció su error.
Desde el épico “Cantar del Mío Cid”, dividido en tres partes, “El destierro”, “Las bodas de las hijas del Cid” y “La afrenta de Corpes”, además de unos fragmentos llamados jarchas que anteceden a esta joya de la literatura hispánica, nuestro idioma a sufrido una metamorfosis dolorosa hasta llegar a la actualidad, en la que la podemos considerar más o menos perfecta, siempre y cuando la utilice un conocedor, pués el común de la gente la asesina constantemente haciendo mal uso de ella.

"El Cid campeador"
El Imperio Romano conquistó esa región a la cual bautizó como Hispaniard. Su ocupación duró cientos de años, lo cual, indubitablemente por lazos genéticos nos convierte en latinos. Roma impregnó de su esencia cultural a los españoles, prueba de ello están las ruinas de Tívoli y el factor de que por mucho tiempo, el idioma oficial fue la lengua latina(Lingue Latinae).
Y como dirían los italianos, aquella época fue cuando el idioma se encontraba “en las uñitas tiernas”.
Después se avecinó la invasión árabe, cuya estancia duró aproximadamente ochocientos años, hasta que al final perdieron el Al-Andaluz, su último bastión en la Península. Ellos, aunque les pese a muchos, llevaron avances científicos, arquitectónicos y artísticos muy importantes, que hicieron avanzar en todos esos aspectos a los españoles de aquel entonces, aceptando el establecimiento de un límite racial.
Es precisamente un aporte de los árabes(descubierto por los chinos), a los españoles, lo que determinó su difícil victoria sobre los pueblos autóctonos del Continente que ahora es América: la pólvora.
El caso es que vinieron, ya utilizando vocablos árabes hermosos como Alabanza (Canto a Dios), Guadalupe(Río de Lobos), Alhaja, Alfombra, etc.
Sucedió lo que sucedió, conquista o arbitrariedad, colonización o desplazamiento, pero las tropas españolas llegaron a Mesoamérica. Entonces ahí o allí(le reto estimable lector, cuál es lo correcto), después de la primera guerra en la que se utilizaron las armas biológicas, según el caricaturista Rius(y que conste que lo dijo un intelectual de orígenes netamente españoles), por aquello de las pestes y la sífilis, los soldados comandados por Cortés, descubrieron otro hermoso idioma: el náhuatl.
De él utilizamos miles de palabras que son verdaderas canciones. Aguacate, Tonantzin, Tonatiúh, Xóchitl, Nicté, Quetzalcóatl. Y de esta manera se fusionaron.
Así es. Poseemos un lenguaje especial, con moléculas del céltico, cobertura latina, fusiones influyentes arábigas y autóctonas americanas. Y el Señor García Márquez, de Aracatá, quería simplificarlo. ¿Me pregunto que le habrían dicho los hermanos Enríquez Ureña, sus paisanos?.
Del uso de la lengua se conoce la grandeza de corazón de un hombre. La cultura e identidad de un pueblo están salvaguardadas si este conoce su lengua hablada y escrita, pués no dejará bombardeos de idiosincrasias ajenas.
En el colapsante año de la “Guerra Civil Española”, México se vio beneficiado con una gran cantidad de intelectuales exiliados, que huían de Franco y fueron rechazados por su vecino país Francia, cuna de la palabra “Civilización”.
De las diferentes provincias de su “Madre Patria”, arribaron los de la Galiza o Galicia, provenientes de Pontevedra, La Coruña, Orense; llegaron los grandes vascongados y los navarrenses y nos vimos más enriquecidos en las aulas universitarias, en la que nos legaron talentos que pueden ayudar a la juventud a respetar el idioma.

jueves, 25 de septiembre de 2008

ALGUNAS CONSIDERACIONES ACERCA DE LA EVALUACIÓN
por
Gustavo Urquiza Valdez


Remitirnos al origen de la evaluación, como concepto intangible, constituye una amplia gama de verborrea y laberintos lingüísticos, ya que su génesis se disipa en la conducta del Ser Humano desde sus albores, es decir, desde los principios de las primeras manifestaciones de una sociedad.
Y aún así, la evaluación está implícita en la naturaleza del hombre y la mujer en el mismo momento que estos se fijan el uno a la otra como preludio a la culminación de la cópula, y después, ya en la madre, se expresa en la observación que le prodiga a sus hijos, cuidando de su formación correcta para que esta se pueda amoldar a la naturaleza en que le tocó vivir.
Sin embargo, la memoria de la humanidad no es tan subjetiva como a veces se presume, y precisa de datos más objetivos y concretos, como son los de las fechas y los nombres, las épocas y sus personajes e instituciones más relevantes, aunque estas den al traste con el verdadero propósito benéfico de un concepto y hasta lo deshumanicen finalmente.
Por ello, es necesario plasmar en este híbrido ciertos aspectos del vocablo evaluación y todos los ámbitos en los cuales deriva, llámense influencia social, económica, política e incluso en donde se origina, irónicamente hablando, en el sector que se supone es educativo.
Pretendamos que nos encontramos en pleno asqueroso Medievo, en el Viejo Continente. El Obscurantismo está en todo su apogeo, y más si hablamos de Francia, España, Alemania e Italia, sin olvidarnos de los británicos y británicas, con su irónica sonrisa inglesa. La situación está que arde, literalmente, pués quien se atreve a decir que el hombre no es el centro del Universo, los Dominicos le mandan a la hoguera; a los esquizoides, los Dominicos les mandan a la hoguera por considerarse poseídos de algún demonio; quien dice que hay pruebas contundentes de que la Tierra, al igual que los cuerpos celestes que pueden observarse a simple vista durante la noche, es redonda, va a la hoguera; mujer que tiene como mascota a un gatito negro, va a la hoguera por bruja.
Bien. Judíos, árabes y mozárabes, también van a la hoguera. Cabe resaltar que el concepto de Universidad se lo debemos, por cierto, a la Cultura Musulmana que hizo su llegada a Europa y permaneció allí más de ochocientos años. Ahora, pretendamos que somos universitarios en alguna de las prestigiadas instituciones que imperaban en aquel tiempo. Tal vez, Salamanca, ¿la Sorbona?, ¿Oxford?, ¿Florencia?. En fin.
Caminemos por las calles de alguna de estas vetustas ciudades, no sin antes tener la precaución de fijarnos en las ventanas de las viviendas, porque los europeos solían lanzar el excremento y los orines sin decir “agua” va. No tenían drenaje. Vamos ataviados a la usanza de los estudiantes: una capa y boina negra y un crucifijo marca diablo a manera de collar.
Las lecturas de carácter obligatorio son las Confesiones de los que muchos califican como un San Agustín. Se tiene que ser cristiano aunque la Biblia solo esté abierta para los clérigos y uno que otro osado que sepa latín y griego.
Pués aunque ustedes no lo crean, es en este escenario(gracias Copérnico y Galileo por haber nacido), que comienza a atisbarse una ligera pero sumamente equivocada acepción del vocablo evaluación.
En la Institución Universitaria de la Edad Media, la evaluación se tomaba como una simple conjunción de parámetros que medían la capacidad de almacenamiento de conocimientos que poseía un estudiante, hombre por cierto, ya que a las mujeres se les tenía vedada la inclusión a las escuelas.
De esta manera, a nivel bachillerato, era en el que se planteaba para qué tenía dones un joven, si para médico, letrado(abogado), fraile, clérigo, guardalibros(contador), teólogo, filósofo o sencillamente quedarse en el respetable nivel de bachiller y administrar los negocios paternos.
Como fuera, el papel de la evaluación comenzó por mal camino, y la verdad es que sigue, ya que su primer propósito no fue el de humanizar al individuo, sino encasillarle en alguno de los estándares establecidos de esa decadente sociedad obscurantista.
En cuanto a su evolución, no hay mucho qué decir. Fíjense bien en ello. En los Estados Unidos, y ya resulta un tópico bastante bombardeado, se ha postulado que siempre fue de la mano con la industrialización y que bla, bla, bla hizo de los tests y quizzes mecanismos sorpresivos para descubrir las potencialidades de un trabajador en las fábricas y de las escuelas, fábricas de trabajadores en serie, con distintas modalidades, pero en serie y completamente cercenados del cerebro: tú eres bueno para esto, tú eres bueno para lo otro y tienen que obedecer a los que egresan de Harvard o Yale o Princeton, que a su vez los hacen creer que son la especie dominante...la máquina siempre ha estado descontrolada.
Y lo cierto es que en nuestra propia institución, nuestra propia materia que es la intervención educativa, adolecemos de los mismos vicios, pués tenemos que ceñirnos a una relación de poder, haciendo caso omiso de los talentos y habilidades que tal o cuál persona puede poseer. Que si tienes tantas faltas, Adiú; que si me caes mal, Orevoi; que si no te gusta trabajar en equipo, Sayonara. Que si tengo faltas, te caigo mal o no me gusta trabajar en equipo, ¡Al Carajo!, diría yo. Si reúno las cualidades para ser un buen interventor y enfrentarme a la urgencia de un proyecto para transformar, porqué me deben echar por faltas, porqué debo aguantar a un grupo de pueriles a los que ni soporto, siendo que al final termino por hacer yo sólo las cosas y ellos nada más parándose el cuello junto conmigo. Si le caigo mal a una maestra o maestro, por qué no se fijan en mi lado bueno y las cosas que he llegado a hacer incluso en beneficio de ellos, cuando varios de los que tienen dieces en la boleta, y los puedo señalar, son groseros, irrespetuosos, no saben de lo que se trata la carrera, a pesar de ir a la mitad de ella.
Los objetivos no están claros, porque los conceptos de evaluación se difuminan en diversas explicaciones de la misma, en consecuencia, desgraciadamente, y aunque debiera, no tiene nada qué ver con la calidad de la educación.
Qué Pecatto, como dicen los italianos.

Acerca de la Educación en México. De la columna "Paradigmas" de Gustavo Urquiza Valdez.


Si el sistema educativo mexicano actual, verdaderamente se propusiera realizar un cambio versátil, tendría que dar un giro de trescientos sesenta grados. No es posible que se pretenda generar profesionistas y docentes de un esquema magisterial en decadencia.
La verdad es que al proceso llevado a efecto en las escuelas normales y las universidades pedagógicas, se le necesita imprimir el sello de la formación y atar eslabones congruentes de cursos y materias, sin que estas se disipen en discursos ambiguos e inútiles en las que las palabras que campean son proyecto y programa.
Realmente se emplea la palabra maestro de una manera errónea, ya que este representa no solo la función de un docente o lo que muchos llaman educador, sino que representa la figura de una persona que se preocupa por sus alumnos más allá de lo que es un aula escolar y que no necesariamente debe poseer un título profesional. Es más, los verdaderos maestros son aquellos que enseñan, asesoran, aconsejan sin la necesidad de un aguinaldo o retribución por sus servicios.
Al momento se nos viene a la mente la imagen de los saint seis orientales, a la orilla de un río, recitando proverbios a sus discípulos o indicándoles las cualidades de la naturaleza. Eso es precisamente lo que nuestra calidad de seres occidentales retrógradas y pragmáticos de rancias y equivocadas ideologías no nos ha permitido observar.
La formación de un individuo, sea hombre o sea mujer, constituye indubitablemente la contemplación, una sólida estructura filosófica que sea preponderante, lo que derivaría en el surgimiento de un verdadero ejército de motivadores socioculturales que les manifestarían e inculcarían a las nuevas generaciones el deseo de luchar y sacrificarse por su nación, entendiendo que el progreso de uno, realmente depende del progreso de todos.
Más sin embargo, una de las prioridades que se muestran, es el hecho de que no se puede enseñar a los jóvenes el ser parásitos cuando a trabajar en equipos se refiere. Esto es, que, al menos en el ámbito profesional, aún cuando se trate de escuelas normales, se respete la índole individual de la persona humana.
No es que se necesite primero el hacer comprender a los alumnos que el trabajar en equipo sea lo esencial, sino primero trinearlos, como vulgarmente se exclama, a trabajar solos, y de esta manera obligarlos a entender las carencias de las que pueden ser víctimas o que les pueden causar premuras al momento de no querer integrarse cuando se requiera.
De otra manera, cuando nada más se le da la alternativa al estudiante, de laborar en un grupo de determinado número de personas, se fomenta y se provoca el parasitismo, la apatía, el desorden, la manipulación y todas esas anomalías que desembocan en una inminente falla de los propósitos a alcanzar.
Es una tarea que no puede esperar, el inyectar a los jóvenes, sentido de honestidad, responsabilidad y respeto, la de no violentar sus derechos humanos sin ningún distingo. ¿Cómo se puede lograr ello? Siendo honestos, responsables y respetuosos los maestros, sin olvidar la célebre ecuanimidad.
Como dice la sentencia popular, el hábito no hace al monje. No porque tengan en las paredes de sus casas un título que diga “esto y lo otro”, piensen que ya van a poder discertar acerca de cualquier tema y gozando de fuero intelectual y moral.
Señores docentes, necesitamos algo más que un simple “júntense en equipo y lean tal lectura”, “hagan esto pero consultándose los unos a los otros”.
Si lo que desean es hacer ver la diversidad de opinión entre los seres humanos, eso se torna evidente al momento de confrontar las ideas y especulaciones o impresiones que cada quien tuvo de tal o cuál lectura.
No tengan miedo a obrar como se tiene que obrar. El pueblo les bendecirá y agradecerá por ello en un futuro. Denlo por hecho.
Eso es lo que hubieran querido Gabino Barreda, José Vasconcelos, Jaime Torres Bodet o Ignacio Manuel Altamirano. ¿No lo creen?. Piénsenlo. A fin de cuentas, es el futuro de la Patria la que descansa entre sus manos.

Basile, el sincero; Perrault, el misericordioso. Por Gustavo Urquiza Valdez.

A la Maestra Virginia Caballero, en memoria de nuestro seminario de literatura italiana del Cuatrocientos en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Chihuahua.

Los cuentos de hadas no funcionan como tales. Llevan en sus entrañas toda una complicada serie de simbolismos que distan mucho de ser apropiados o mejor dicho, inteligibles a los niños.
A veces, el lector no se da cuenta y puede resultar que el autor de una de estas peripecias solamente le esté insultando mediante claves y enigmas que no son indescifrables, pero tampoco son superficiales.
En la historia de la literatura universal, se encuentra plasmado con letras de oro el apellido Perrault, su nombre, Charles. Era francés y de un acervo bibliográfico destacado en la sociedad de tipo cortesano e hipócrita en el que le tocó vivir.
A él le debemos que nuestros maestros en preescolar, nos hayan contado la fantasía de la Caperucita Roja, pués él la escribió; adaptó el cuento de “La Cenenterola” italiana, es decir, “La Cenicienta”; ideó la historia del Pulgarcito, entre otras.
Pero una de las más sobresalientes es la de “El gato con botas”, por su ingenio, ágil narrativa(para quienes le han leído en francés), y la manera tan arbitraria con la que le quita el mérito a Juan Bautista Basile.
Basile fue quien esquemó los cuentos de hadas, así como los conocemos en la actualidad, al rescatarlos de la tradición del habla y plasmarlos en el papel en un compendio al que tituló como “El cuento de los cuentos” y entretenimientos para la gente simple, como lo dijo él mismo en cierta ocasión, en la época del “Cuatrocientos” italiano, en el que surgieron el “Bertoldo, Bertoldino y Cacaseno”, de Julio César Croce.
Juan Bautista incluyó en su lista las vicisitudes de una gatita a la que bautizó como “La gata cenicienta, que tenía el don del habla y un coeficiente intelectual superior al de los humanos, tanto que prefería maullar y no demostrarlo.
Pertenecía, como en la versión de Perrault, a un anciano campesino que muere y la deja como herencia a su hijo el menor, quien al principio reniega de ella, al ver que sus dos hermanos mayores se quedaban con bienes materiales.
Pero la gatita, al percatarse de la desgracia del joven, decide ayudarlo para que se convierta en un partido digno de contraer matrimonio con alguna princesa hermosa y dueña de inmensas fortunas, tal como en la versión de Perrault.
Sólo que Perrault, nos presenta un gato espadachín y que puede andar en dos patas, erecto, sombrero de pluma en la cabeza, capa y calzando botas. Manipulador y ladrón. Ignoro totalmente si Monsieur Charles, lo hizo a propósito, pero maculó la figura del felino, ya que la mayoría de los teóricos literarios y seudoestudiantes de letras interpretan el texto como un análisis de lo que es un minino y sus hábitos.
Dando por sentado que así son los gatos, ladinos y ventajosos, quieren salvar la figura del ser humano, representado por el joven campesino, noble y educado. En cambio Basile, cuando la gata cenicienta logra su objetivo de ayudar a su amo para que fuera feliz y de paso destruir a un malvado ogro, cuenta como se comporta malagradecido su ahora poderoso amo.
Cuando éste vuelve a caer en desgracia, quiere recurrir a los favores de la animalita, sin embargo ella, gracias a su coeficiente intelectual, aprovecha la primer oportunidad que se le presenta para huir despavorida al bosque, asustada del género “humano”. Cada quien, según su criterio. ¿Cuál es el suyo, amable lector?.

lunes, 22 de septiembre de 2008

El Ingenioso Miguel de Cervantes Saavedra.
de su columna "Paradigmas".
“Sábete Sancho que no es un hombre más que otro si no hace más que otro…” Así se lo dijo Alonso Quijano, quien en su locura se creía el Gran Caballero Andante, Don Quijote de la Mancha, a su fiel, ingenuo, pero sabio escudero.
Esto, después de que unos pastores le molieron a pedradas por haber confundido a sus ovejas con belicosos guerreros que ostentaban diferentes nombres de personajes de los libros de caballería que tanto emocionaban a los españoles de aquella época.
Siempre se ha esgrimido el argumento de que “El Ingenioso Hidalgo, Don Quijote de la Mancha”, fue un texto escrito por el sufrido soldado que peleó en la legendaria batalla de Lepanto, para satirizar, precisamente a esas historias.
Sin embargo, hay que aceptar que dicha versión es sólo una puerta de escape de los actuales enciclopedistas para no ahondar en elementos de teoría literaria ni referentes históricos que les llevaría meses redactar y adquirir dinero para obtener el papel que necesitan.
Ahora que también ello representaría una causa de confusión para los estudiantes de niveles inferiores y que no se encuentran interiorizados en el tema de la literatura.
Lo cierto es que el del Quijote, es un texto que representa un enigma muy intrincado de resolver y no únicamente un motivo de diversión o distracción, aunque algunos pasajes resultan altamente hilarantes, como el de los molinos de viento.
La primera parte fue escrita en prisión, dentro de una celda paupérrima, estrecha y maloliente, hacia el año de Mil Seiscientos cinco, cuando fue publicada. Al momento representó un rotundo éxito en la Península Ibérica.
Tan cómico les era a los españoles, que un fraile jesuita, quien creía a pie juntillas(disculpe la grotesca expresión antilingüística), que la risa es una manifestación vulgar para los que creen en los cuatro evangelios, decidió leerlo.
El hombre, que nunca había esbozado una sonrisa, terminó los primeros capítulos ahogándose por las carcajadas que pegaba y no le dejaban respirar, obviamente llamando la atención de todo el monasterio.
Lo cierto es que el Quijote es una amalgama de protestas hacia un sistema filosófico y costumbrista caduco, es el grito del progreso dirigido directamente a una sociedad que se portaba cruel ante sus hijos.
Prueba de ello es la liberación de los galeotes, que a pesar de ser criminales, e incluso haberle pagado con hierba mala a sus emancipadores, robando el jumento de Sancho Panza, eran seres humanos que estaban condenados a cumplir con un destino cruel: el de remar día y noche, sin comer y totalmente encadenados, hasta morir por la pérdida del aliento y los latigazos propinados o bien asesinados al considerarse inútiles.
El espíritu bondadoso y proteccionista del manchego de galgo corredor y adarga antigua, es visible al no tolerar que un infante fuera lacerado en su presencia, aunque luego a éste le resultara contraproducente.
Y si retomamos el tema de los juegos de palabras y la teoría literaria, le daré un tip al lector. Un anagrama se trata de un mensaje escondido dentro de un nombre u oración.
“El Ingenioso Hidalgo, Don Quijote de la Mancha”, está plagado de ellos. Pero yo solamente les descubriré dos, aparte de informarles que el mismo nombre de la historia lo es.
Dulcinea del Toboso, la mujer a la que el caballero andante incrustado en la realidad, guarda la sentencia que denomina “Osado culto del bien”; Rocinante, el corcel que monta Don Quijote y al que el compara con el Bucéfalo de Alejandro Magno, significa “Anterocín”.
Los consejos que el Hidalgo le da al escudero cuando se va a gobernar la inolvidable Ínsula Barataria, las frases célebres como la que recita “Los perros ladran, Sancho, señal de que cabalgamos…”
Por eso, “Príncipe de los Ingenios Españoles”; por eso, “Príncipe de las Letras”, nacido en Alcalá de Henares; por eso y por tus novelas ejemplares…gracias.

La transfiguración del romanticismo. Por Gustavo Urquiza Valdez.

En el año de Mil Novecientos Ochenta y Ocho, Italia presentaba uno de los patrimonios de la humanidad en el Séptimo Arte. Se trata de “Nuovo Cinema Paradiso”, del célebre director Giussepe Tornatore, contando con la actuación estelar de Philip Noiret en el papel de Alfredo, mismo que le valdría el premio al mejor actor en el Festival de Canes.
La trama de la película narra como un niño, Salvatore, totalmente entregado al cinematógrafo de su pueblo natal, Giancaldo, ubicado en la Sicilia, establece nexos de una amistad inquebrantable con el “cácaro”, enseñándole este todo lo referente a la proyección de films.
De pronto, el niño se convierte en un joven que experimenta el amor a primera vista en la estación del ferrocarril de aquel legendario Giancaldo, cuando, a través del cristal de su cámara de videos, mira el rostro de Elena Mendiola.
Es tal su fuerte sentimiento que su proyecto vital después de ese momento no es otro más que el de conquistar el corazón de su amada, pasando todas las noches en completa vigilia contra lluvia, viento y frío.
El que porfía mata venado, se dice por aquí, y finalmente Elena cede a los ruegos de Salvatore, cerrando el pacto con un beso al estilo holliwoodense en la cabina de proyecciones del Nuovo Cinema Paradisso.
Por cuestiones de la vida, cada uno tiene una estrella que seguir, y después de cierta noche en el que se está proyectando “La Odisea”, con Kirt Douglas, en teatro abierto, ya no se vuelven a ver jamás.
Lo anterior es lo que nos refiere la industria filmográfica. Ahora que si nos vamos al de la literatura, el sentimiento tan paradógicamente tangible e intangible llamado amor, está presente desde los albores de la poesía.
Las odas, las elegías, las égoglas…todas ellas están dirigidas hacia alguna persona amada. La guerra de Troya fue comenzada por el motivo del amor, cuando la relación que por orden de aquellos dioses paganos fue prohibida(me refiero a la de Páris y Helena), se culminó.
Fue el amor el que despertó la cólera de Aquiles, decidiendo este ya no auxiliar más en el combate al pueblo aqueo. Fue el amor el que aconsejó a la hermosa Penélope el guardarle fidelidad a su esposo Odiseo, en latín Ulises, mediante urdir una estratagema en contra de sus numerosos pretendientes, hilando una tela por la tela y desbaratándola por la noche, prometiendo que el día que acabara su labor decidiría a quién elegiría de entre todos los hombres que la asediaban.
Y qué decir de los dos amantes de Verona, inmortalizados por William Shakespeare en su gran obra “Romeo y Julieta”, un clásico indubitable para todos aquellos enamorados. Algo similar sucedió con “Una historia de amor”, novela que fue llevada a la pantalla en los años setentas, en la que el final es igualmente trágico.
El valor de la amistad está implícito en otro inolvidable clásico, “El despertar” de Marjorie Kinnan Rawlings, también convertida en película en los años cincuenta. La novela, ganó el Premio Pulitzer, en tanto que la versión cinematográfica mereció el Oscar a la mejor película del año. Esa fue la historia de un niño que descubre en un pequeño venado huérfano a un amigo, dándole todo el cariño que pudo haberle dado.
Por último, está la última gran historia escrita por el legendario novelista inglés Charles Dickens, “Grandes Esperanzas”, en la que se antepone por encima de todo la virtud de la tenacidad y la perseverancia para lograr el amor del ser querido.

El pequeño príncipe.Por Gustavo Urquiza Valdez



“Por favor, dibújame un cordero”, escuchó un piloto cuando después de que pasar la noche, durmiendo en pleno desierto del Sahara, a raíz de la avería que sufrió su avión, despertó.
Para colmo de males no tenía la reserva de agua suficiente para subsistir y tal parecía que la compostura de su nave tardaría un buen tiempo, incluso, tal vez, meses.
La voz que le despertó fue la de un niño de cabellos dorados y risa cautivadora, que ansiaba tener un cordero y de esta manera vencer la soledad. Debo aclarar que no estoy hablando de la vida real, aunque tengo mis dudas al respecto.
Lo que estoy relatando es un pasaje del libro que América Latina, por culpa de los argentinos, conoció con el nombre de “El principito”. Le petit prince, en el idioma de Balzac.
El título genuino que tiene derecho a ostentar esta obra clásica, aunque poco entendida, de la literatura universal, es el de “El pequeño príncipe”, pero los chés acostumbran hacer las cosas muy a su manera.
Sin embargo, el que usted está leyendo, no es un artículo argentinofóbico, respeto ese país y además nadie es perfecto. Más bien quiero colaborar con un granito de arena a la labor crítica que han hecho tantos especialistas del género acerca de este tierno libro que no es para niños.
Su autor, Antoine de Saint Exupéry, fue un hombre enigmático y sin secretos, simultáneamente. Inventor, piloto, genial jugador de ajedrez, matemático exacto, despreciativo de su noble linaje, amigo de las mascotas y según dicen con un extraño don para amaestrarlas, hipnotizador en su conversación y poseedor del concepto correcto de la palabra amistad.
Un privilegiado de Dios: grandeza y humildad al mismo tiempo.
Precisamente, hasta su muerte estuvo ligada con su pasión por los aviones, ya que el treinta y uno de julio de Mil Novecientos Cuarenta y Cuatro, le fue asignado un vuelo de reconocimiento por la región de Grenoble, casi en el punto en el que transcurriera su tormentosa infancia aristocrática.
Jamás regresó. Su nave nunca fue encontrada. Las teorías que giran alrededor de este misterio, es que se estrelló en algún lugar de los Alpes, cuyos terrenos resultan inaccesibles; la otra, es que cayó en el mar, casi frente a Niza.
Tenía exactamente cuarenta y cuatro años de vivir en este mundo. Había nacido en el año de Mil Novecientos, en el seno de una familia que ostentaba títulos nobiliarios desde el Siglo Trece.
Pero lo más interesante es ese texto, “El pequeño príncipe”, un rotundo éxito mundial, vigente después de tanto tiempo cuando fue escrito. Un verdadero fenómeno, pués los expertos aseguran que eclipsó el resto de la obra del escritor, añadiendo que esta última es la más importante, como “Vuelo nocturno” y “Correo del sur”.
Pero lo más extraño es que haya desplazado a la que se considera su realización cumbre: “Tierra de los hombres.”
Aquí ya se prefigura lo que posteriormente haría nuestro Jorge Luis Borges de una manera magistral. Estoy hablando de la llamada literatura sin etiquetas. Es decir, no se sabe dónde acaba la ficción, dónde comienza la realidad y viceversa; no se sabe si lo que uno tiene en las manos y está leyendo, es un ensayo, un poema en prosa, un cuento o una novela.
Se equivocan quienes compran “El pequeño príncipe” como un libro para niños. No es tal. Su esencia es de una complejidad tan sólida como el Talmud o cualquier obra de Sartre.
Comencemos por la superficialidad y simpleza que muestra el espécimen de los adultos cuando el piloto, de niño, anhelaba ser pintor. Les enseña un dibujo de una serpiente boa engullendo un elefante, y las personas mayores le dicen burlándose de que se trata de un sombrero.
Otro punto. El muchachito de cabellos dorados que conoce en pleno desierto, es inocente, ingenuo, bondadoso, mal educado, tenaz, valiente e hipersensible. Le da miedo la soledad.
Quiere un cordero. Tras dibujarle toda una serie de estos y no aceptarlas, el piloto decide presentarle el dibujo de su infancia, el de la serpiente boa engullendo un elefante.
Le es imposible engañarlo. El pequeño príncipe sabe al momento lo que se le está mostrando y lo rechaza. No es superficial, ve más allá de las apariencias.
Siguiente punto. Si usted toma su ejemplar de “El principito”, se dará cuenta de que hay una (que honestamente no creo que lo sea), casualidad en los planetas que visita el pequeño de cabellos dorados: cada un corresponde a uno de los siete pecados capitales.
Dicen que el texto, dedicado a León Werth cuando era niño, posee tintes autobiográficos, marcados no exactamente en la figura del piloto.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Hans Christian Andersen y sus maravillosas historias. Por Gustavo Urquiza Valdez




Los detalles en el mundo de la literatura comparativa son tan densos que muchas veces no nos damos cuenta de las maravillas que encierran historias tiernas como la del “Patito feo”, un ser a quien le hacían sentir horrible pero cuya humildad lo llevó a tal extremo que como premio descubrió que era una de las aves más hermosas: el cisne.
Ninguna especie animal le aceptaba en su granja de origen, a tal grado que tuvo que huir saltando la cerca para conocer el Mundo es más grande. Finalmente aprendió la lección que las creaturas más hermosas son las que aceptan a los demás tal como son.
El autor de este cuento que ha pasado de generación a generación era un danés de nombre Hans Christian Andersen, y su nominativo está enmarcado con letras de oro en el Universo Literario, lo cual se lo ganó a pulso desde la niñez, cuando de su pequeño pueblo le pidió permiso a su madre para emigrar a Copenhague.
¿Para qué? Pués para llegar a ser un gran bailarín y cantante, además de actor teatral, ambiciones que muy pronto amedrentaría al percatarse de que no tenía talento para desarrollar ninguna de ellas. Sin embargo, el joven Andersen, de dieciséis años de edad, siempre fue tenaz y sus objetivos los perseguía con fidelidad y denuedo, usando una seguridad en sí mismo que a algunos otros les faltaba.
Desde la adolescencia, precisamente, siempre estuvo seguro de que un día alcanzaría la cúspide de la fama, pero la Vida se lo concedió no por el camino que él quería, sino por el sendero del papel y la pluma. Contrahecho, excesivamente alto y de semblante melancólico y bonachón, aparte de poseer una mirada sumamente profunda, en cierta ocasión, en la mansión de una dama rica, en la que se celebraba un festejo de ocasión, le contrataron para cantar y declamar cualquier cosa.
Sucedió que a la presentadora se le ocurrió introducirlo a la concurrencia como el joven poeta y literato. Al escuchar semejante epíteto, los ojos se le llenaron de lágrimas y esas dos palabras se le agolparon en la mente, haciéndole ver cuál iba a ser su destino.
En ese entonces contaba con veintidós años de edad. Precisamente en esa fecha comenzó su instrucción literaria a fondo, cultivándose sin cortapisas, leyendo lo que le caía en las manos, a veces de tres libros por día, asegurándose un acervo que le ponían a la altura de los más expertos.
Fue cuando escribió una novela de corte romántico, a la que se le estimó considerable por la crítica y todavía, actualmente, se le toma en cuenta. Pero la verdadera suerte de Andersen, fue la de haber provenido de una familia de linaje humilde, pués eso contribuyó a que historias y leyendas del folclore de su región natal se preservaran en su memoria, convirtiéndolas en cuentos de hadas, justo cuando los Hermanos Grimm, autores de “Blanca Nieves”, habían desaparecido.
El éxito fue contundente. “El patito feo” fue una de sus primeras obras completamente originales, sin tomar ningún elemento de las anécdotas anteriores. Después vendrían dos indubitables joyas, no sólo de la literatura infantil, también para adultos: “La sirenita” o “La pequeña sirena” y “El traje nuevo del Emperador”, en el que se ridiculiza lo abominable de la vanidad humana.
Otras de sus obras son “El soldadito de plomo”, “Tía Dolor de Muelas”, “El ruiseñor” y decenas de cuentos más.
A pesar de haber derramado su tinta a favor de los lectores infantiles, autores como el legendario Premio Novel de Literatura, Thomas Mann, quien escribió “La montaña mágica”, y el inglés Charles Dickens, recibieron influencias muy directas de él, sobre todo este último, en el volumen de cuentos de “Apuntes póstumos del Club Pickwik”.
Además no se escapa el culpable del “nefando pecado”, Oscar Wilde con sus famosas historias escritas para sus hijos: “El príncipe feliz”, “El ruiseñor y la rosa” y “El gigante egoísta”.

viernes, 12 de septiembre de 2008

Los Hilos de la Virgen (Relato breve) Por Gustavo Urquiza Valdez.



Era todo un arte eso de untarse el mus en el pelo. Sencillamente me gustaba mucho más que la gelatina. Fijar el cabello siempre fue una de mis prioridades antes de salir a dar el rol por las noches a la Zona Dorada. Generalmente prefería la espuma, pués el olor era muy agradable al olfato y su aplicación resultaba muy simple. Esos días de juventud fueron una verdadera odisea de triunfos y derrotas. Quién sabe por qué, siempre de los siempres, cuando mis pensamientos echan a volar a los tiempos en que llegué a Chihuahua Capital a trabajar en la maquila, aparecen en mi mente las imágenes distorsionadas de Raúl y Javier. Ellos no compartían el mismo departamento que yo ocupaba, sin embargo sí éramos del mismo módulo de viviendas, uno que estaba por el Fraccionamiento Universidad. Entonces, de vez en cuando, decidíamos juntarnos para tirar desmadre juntos. Y fue precisamente esa noche cuando nos íbamos a ver por última vez. Probablemente, aunque no me di cuenta hasta ahora que lo escribo, instintivamente me esmeré en hacer un estado pétreo de mi greña, muy a la Clark Kent. Me encantaría poder volver a estar frente aquel espejo tan sucio por las moscas. Hubo tanto que hacer en esos años que ahora deploro los minutos perdidos. Pero. Sin embargo. El espejo, en mis recuerdos, continúa firme, exacto. La camisa la había dejado extendida sobre la cama desde la mañana, cuando salí al trabajo. Nunca le di más de la importancia necesaria a los acontecimientos, por lo que puedo mencionar que la noche de verano en la que sucedió lo que estoy contando, no fue precisamente una fecha esperada de tiempo atrás.
Escogí una ropa muy clara, sin una pizca de oscuridad en su apariencia. Javier me advirtió muy enfáticamente que lo mejor sería no ir vestidos de una manera que provocara la desconfianza en las chamacas. “Sabes de que a las morras no les parece cuando vas vestido como si fueras a practicar un culto satánico...Esas discos así son....Puro fresón...”, así me lo planteó, con un español totalmente vejado, despreciado por el maquilero más insignificante. Todos los chavos que aterrizábamos en la ciudad persiguiendo el empleo en las empresas trasnacionales, llevábamos el mismo corte de pelo de militar, un peinado hecho hacia delante, con una ligera actitud erguida en la frente. La raza en aquellos ambientes, lo recuerdo muy bien, era asquerosamente horrible. Era un chisme de todos contra todos y a nadie se le perdonaba nada. Por lo que nosotros no éramos la excepción. Al momento nos hicimos el objeto de las críticas de los compañeros y compañeras por ser prácticamente unos rancheros. Proveníamos de un lugar en el que la civilización no resultaba ser una constante precisamente. Claro que lo anterior era a juzgar de los chihuahuitas. La mecánica de ínter actuación en la maquila obedecía a ciertas estrategias de vulgarización de los individuos. El punto es que tanto Javier como yo, que éramos los que teníamos más relación amistosa, tuvimos que acoplarnos al monótono devenir de las mayorías. Raúl, en cambio, pertenecía a una raza superior de hombres que pensaban muy seriamente en progresar como seres humanos. Su mayor ambición era la de lograr el ingreso al tecnológico de la ciudad, para cursar una carrera por medio de la empresa en la que trabajaba. No tenía nada que ver con nuestro mundo insípido y sin esencia, carente de esperanzas, vacío y deleznable. Sin embargo, ignoro la razón, guardaba algo como un sentimiento de ansiedad en su interior. Sencillamente se veía a simple vista que no se trataba de una persona muy conforme con su destino y peleaba por superarlo.
Claro que sería una pérdida total de tiempo el que me dedicara a escribir un ensayo completo delineando la caracterología del maquilero chihuahuense. Resultaría, a final de cuentas, infructuoso. Conforme acaricio las teclas de la máquina Lettera modelo noventa y cinco, pretendo atisbar diversos factores que por obviedad fisiológica, aunque sea lamentable, escapan a la memoria. Me reservo muchos de los detalles íntimos que sin intención o malicia, conocí de estas dos personas, a quienes donde quiera que se encuentren, les deseo lo mejor en la vida. El caso es que al terminar de aplicarme la espuma en el cabello, tomé el peine que había comprado apenas unos días antes y definí la forma que debería adoptar el peinado: hacia atrás y bien comprimido. Después me daría cuenta que aquello infundía cierto aire de crapulencia en la impresión de los demás, algo así como si uno fuera un mafioso o un malandro, de esos cholos que abundan en esa ciudad, tan grande y tan pequeña a la vez. Vacilé entre si debía tomar alguna chamarra, en caso de que el clima, en determinado momento, se mostrara agresivo para con los noctámbulos. No estaría por demás destacar, como ya lo he mencionado, que no era una ocasión esperada, sino una noche como cualquier otra. Una noche más en la que salíamos a andar de cabrones, sin temor a la vida ni lo que pudiera pasar al siguiente minuto, o incluso al siguiente segundo.
Salir a dar el rol era algo acostumbrado de cada fin de semana. Podríamos decir que lo más usual era que lo hiciéramos los sábados, justo cuando había más pollitas y las chavas de la universidad o del tec caían por allí en parvada. Entonces, se presentaban las oportunidades más asequibles, en cuanto a posibilidades de dormir calientito se referían. Aunque debo confesar que a mis diecinueve años, yo sólamente había logrado llevarme a la cama a tres mujeres, tomando en cuenta que una de ellas, de tan borracha, ni siquiera me hizo segunda en el asunto, por lo que muy desilusionado tuve que abandonar el cuartucho del hotel donde se hospedaba, pués según me acuerdo era regiomontana y venía de visita. De todo aquello me acordaba aquella ocasión de verano, cuando ya la fría tarde que nos había demorado en la maquila, caía lóbrega, cediéndole su espacio a la oscuridad. Fui indulgente conmigo mismo y decidí embrocarme la chamarra color negro que había comprado unos meses antes en los pasitos. Su aroma a cuero de imitación me reconfortaba y me hacía sentir parte de un mundo etéreo, siempre propenso a lo novedoso.
No resistí la tentación de esperar un buen rato para hacerme las ilusiones de que ahora me tocaba a mí ser el rey de la juerga. Pensé en cómo debía actuar, qué es lo que debía hacer, cómo llegarle a las morras. Por mi mente fluctuaron todo un repertorio de locas estrategias y pasos que seguiría para obtener resultados óptimos. No obstante, debo aceptar que tales estrategias no eran lo que se llama aterrizadas. Qué sería, para empezar, lo que me dirían aquellos dos. Sencillamente no me dejarían acaparar el lugar del señorío, pués también a ellos se les vendría en gana pasarse un buen rato galanteando y llegándole a las chicas a la primera chance que se presentara. Ya me imaginaba los guajoloteos de Javier, creyéndose todo un Casanova y pretendiendo ser lo non plus ultra de la fiesta.
Dejé esos pensamientos por la paz y llegué a la conclusión de que no era muy recomendable adelantar resultados o creer que la salida constituiría un rotundo fracaso para mí.
Salí del cuartucho.


Raúl y Javier ya me estaban esperando afuera. A diferencia mía, ellos ostentaban el mismo peinado que utilizábamos para ir al trabajo. Al menos, por ese lado, llevaba las de ganar, pués me distinguiría de alguna manera. Cambiamos miradas de saludo y un insípido “qué onda”, para resultar un poco más efusivos. Pasadas las salutaciones bajamos las escaleras entre aventones y chascarrillos. Solíamos cantar mientras caminábamos a la parada de camiones. De esa forma lográbamos captar la atención de las chavas que íban caminando en la calle. “Chance y en una de esas se nos haga ligarnos a una”, expresaba Javier socarronamente y rompía en una carcajada violenta y desagradable.
Cuando las nubes tenían agua acostumbrábamos pagar entre los tres un carro de sitio, sin embargo, aquella no era una ocasión muy halagüeña y fue menester el que tuviéramos que hacer el recorrido con nuestros medios naturales, de lo contrario nos habríamos quedado sin dinero para entrar a la disco. Doblamos por la Pascual Orozco y nos detuvimos en un oxxo, en el que trabajaba la vieja que le gustaba a Raúl. Al pobre le había prometido salir con él alguna vez, pero lo que él no sabía era que todos los días, a eso de las doce de la noche, pasaba un mustang azul que ella abordaba con singular alegría. Nunca le dije nada, lo cual me frustraba y me hacía sentir como un miserable traidor.

- Si ahora se me hace, ustedes se van por su lado...¿Sale?...El caso es que no los vea que vienen conmigo, que piense que ando exclusivamente tras ella...se pasan de largo...- Pedía Raúl muy ingenuamente.

- Y de veras piensas que ahora sí se te va hacer salir con esa pinche popis. A leguas se ve que lo único que hace es burlarse de ti. Y tú que le das chance. No tienes perdón.- Espetó Javier inmisericordemente.

Seguro que si aquella bestia hubiera sabido lo que yo sabía acerca de esa morrita, habría despepitado todo al instante, sólo por el placer de hacer sentir mal al otro, de destruirlo. De hecho, ahora que lo pienso con más detenimiento, llego a la conclusión de que Javier le guardaba cierto rencor a Raúl, por su forma de ser y el deseo progresista que se mantenía tan vivo en él, esas ganas de salir adelante venciendo cualquier obstáculo y de trascender.
Minutos después de que entró al minisúper, Raúl salió con la jeta caída y los ánimos desechos.

- Hubiera podido jurar que ahora sí lo iba a lograr...Estaba tan seguro...- exclamó y a mí me dio tanta lástima que el sentimiento de culpa me destrozaba, sin embargo yo estaba perfectamente enterado que cualquier relación de ese tipo, lejos de hacerle un bien al chavo, le podría entorpecer su camino hacia la victoria, mismo que se había trazado tiempo atrás, por lo que ese mismo sentimiento de culpa no me duraba mucho tiempo.

No me había dado cuenta que Javier enfocaba toda su atención en un cartelón pegado en la cabina telefónica que estaba a un lado del oxxo. Todavía lo recuerdo exactamente como lo leí yo también. “Te invitamos a una tocada este viernes por la noche en punto de las nueve, en la roca...” Y a los tres se nos formó un hueco en el estómago y seguro que tragamos una saliva bien amarga. Lo sé por que volteé a verles la cara a los otros dos y tenían el mismo gesto de angustia y de náuseas que a mí se me había dibujado, pués mi cara se reflejaba en el vidrio de una camioneta que estaba próxima a nosotros. ¿Quién sabe por qué?
La noche ya caía por completo sobre la ciudad cálida y arenosa. El ambiente se percibía entre lóbrego y melancólico. Pensé en la posibilidad de orientar la atención de los tres hacia un objetivo más específico y conocido: el Old Town. Desgraciadamente, uno de los tres tenía que seguir con el dedo en el renglón. Hasta parecía cosa del destino.

- Y que tal si mejor vamos rumbo a la Zona Dorada. Dicen que ahora va a haber un rodeo y se va a poner suave...¿Qué dicen?

- No, bato...a mí ya se metió a la cabeza esto de “La Roca” y nadie me lo va a sacar. Además, sirven lo que yo quiero y estoy seguro de que con una capsulita de éxtasis no me caería nada mal. Uno de esos cocteles es todo lo que mi organismo pide. Ya había escuchado hablar de este antro, pero nunca me había animado a decírselos...¿Qué rollo?...¿Le llegamos?...- espetó Javier, sin darme oportunidad de objetar.

Raúl soltó un prolongado suspiro, algo así como el trago amargo de la derrota asimilada. Miró de nuevo al interior del minisúper y después volvió la mirada hacia Javier.

- Y por qué no...después de todo me gustaría ligarme a una de esas putitas que se dejan cai por ahí...quiero dormir calientito...tú qué dices...- exclamó dirigiéndose a mí.

Vaya que era una persona sin decisiones, ahora lo entiendo mejor que nunca. Sencillamente era tan fácil el pronunciar el monosílabo “no” de una manera contundente y habríamos visitado el Old Town, con aquellas vaqueritas de tan buen trasero que iban a tomar cerveza de barril. ¡Pero qué va! Sino era más que un soberano imbécil que se dejaba llevar por todo el mundo. Si en aquel tiempo me hubieran pedido que tragara mierda, lo habría ejecutado sin la mayor vacilación. Nada más se me ocurrió contemplar angustiado aquel cartelón que carecía de cualquier elemento artístico, salvo las letras “La Roca”, plasmadas en un estilo que pretendía llegar al gótico y que derramaban algo así como un extraño líquido color púrpura por entre los bordes.

- Pués a mí me parece...bien.- exclamé resignado.

Sin decir más, subimos toda la Pascual Orozco, atravesando la San Felipe hasta llegar a Futurama “Leones”. “Plaza Galerías” ya comenzaba a verse solitaria y los clientes de lo que ahora es “Fábricas de Francia”, salían por las puertas y abordaban sus lujosos carros. Próximo al estacionamiento estaba “La Roca”.


Una bola de rockers y trashers se agolpaban a las puertas del tugurio. Al exterior asomaba un elevador que transportaba cosas que se asemejaban a seres humanos, y que en realidad lo eran, pero escondidos en detrás de fachas y kilos de maquillaje mortuorio. No batallamos mucho para lograr el ingreso a esa especie de civilización subterránea. Nada más fue cosa de soltar un billete de cincuenta al portero con cara de pocos amigos y nos sumergimos en un océano de humo de marihuana y olores podridos. El ruido era incansable, continuo. No cesaba y hasta cierto punto atraía. El edifico estaba dividido en dos pisos. Al salir del elevador dimos con el primero, en el que se encontraba una banda de barrio lanzando unos berridos incomprensibles y tamborazos a diestra y siniestra. El seudocantante, sostenía una botella caguama de cerveza con la mano derecha, mientras que con la izquierda se pegaba el micrófono a los labios y unas veces cantaba en español, otras en inglés, para terminar diluyéndose en algo que en un momento se me figuró que ha de haber sido el idioma de la Torre de Babel.
En tanto, los adolescentes que estaban en las mesas, unos con cara de payasos deprimidos y otros greñudos y tumbados, saltaban desacompasados, gritando, como poseídos por no se qué fuerza que provenía de la supuesta música.
Los tres intercambiamos miradas de interrogación. Qué era lo que teníamos que hacer a continuación, cómo debíamos actuar. El único que poseía la respuesta era Javier, a quien se le iluminó el rostro cuando pasaron un grupo de cuatro “vampiresas” con aretes por toda la cara y con lápiz labial color negro. Nos invitó a seguirlas, pero ni Raúl ni yo nos animamos. Habría sido lo más correcto.
Entonces nos dijo que si subíamos al segundo piso, lo que hicimos con venerable cuidado. La escalinata estaba forrada de alfombra y mantenía estampada en su superficie algunas huellas de vómitos de noches pasadas. Conforme ascendíamos alcancé a ver un mural en la pared, en el que se representaba a un demonio practicando el coito con una virgen adolescente, mientras que diablillos de cuatro brazos armaban una masacre cortándole las cabezas a niños que se encontraban alrededor. De pronto, una mujer que bajaba, evidentemente ebria, resbaló y cayó de nalgas, dándonos suficiente tiempo para esquivarla.
El segundo piso de “La Roca” era más parsimonioso. Ya no se escuchaban los alaridos de abajo y una pantalla monumental cubría una de las paredes. Tenían sintonizado un canal alemán de rock alternativo. Chingo de parejas fornicaban en las mesas y consumían licor. Un tipo con los pelos parados y los ojos pintados con sombras se me acercó y me habló a la oreja, ofreciéndome píldoras de éxtasis y cocaína, lo que de alguna manera escuchó Javier, a quien se le iluminaron los ojos e interrumpió con su clásico “Cuánto por un pase”. Raúl y yo los dejamos hacer sus negocios libremente y nos encaminamos a la barra, en busca de unas cervezas. Para no desentonar con el ambiente, también pedimos unas caguamas. Miré al entorno y sólo pude ver decadencia, cosas que estaban a un paso de una simple existencia, como muertos en vida. El color negro era la constante en “La Roca”. En un rincón alcancé a observar que dos tipas estaban fajando con un imbécil de pelo hasta la cadera. Lo recuerdo bien: una verdadera orgía.




Finalmente regresó Javier con una sonrisa de idiota desdibujada en su semblante. Tenía las manos metidas en las bolsas de su pantalón, dando a entender que llevaba la mercancía que hacía apenas unos minutos acababa de adquirir.

- Yo no entiendo man. ¿Cómo es posible que siempre que salimos de lo que nos quejamos principalmente es de que nos falta dinero para hacer más cosas y tirar más desmadre, y tú ya trais las bolsas del pantalón atascadas de porquerías?...- preguntó Raúl.

- ¿Pero que estás tonto güey?...hoy es la última noche que nos va a acompañar nuestro buen compa y tú no quieres darle una despedida como se merece...claro que aproveché para darme una vueltecita por el banco y saqué una lanita...además, el éxtasis me lo vendieron baratito por que no es original, está hecho en Juárez y la blancanieves es de baja calidad, pero con ésto basta para ponernos bien high...- dijo Javier, quien incluso ya tenía un historial muy largo en cuestión de drogas.

Teníamos que hablar en voz alta, pués el ruido de la música y el barullo de la gente eran intensos.

- Chavos, ahora los voy a iniciar en el venerable oficio de navegar por las aguas profundas...órale, primero échense unas dos caguamas y les doy una pildorita de ésto y ya verán como van a estar agradecidos conmigo para toda la vida.

Pasaron varios minutos y las dos caguamas se convirtieron en seis ó siete. No puedo negar que la cabeza me comenzó a dar vueltas, y sin saber cómo, nos unimos a una mesa en la que bailaban y saltaban un grupo de darkies, quienes al calor de la cerveza no tuvieron inconveniente alguno en integrarnos. De pronto, una de las chicas de esa sociedad me preguntó que si quería elevarme no había problema, que ella traía unos carrujitos de caperucita verde y podríamos ir a los baños. Javier escuchó todo y tanto a la muchacha como a mí nos jaló a los mingitorios, en donde al momento noté que se estaba llevando a cabo una verdadera manifestación de sexo colectivo. Ya en uno de los rincones, Javier sacó una bolsita en la que guardaba las inmundicias blanquiazules que había comprado. A la darkie se le iluminaron los ojos y propuso darnos dos carrujos a cambio de una píldora, pero Javier argumentó que ya traía marihuana suficiente, y que todo lo que pedía a cambio era que nos practicara el sexo oral a los dos. Yo me sorprendí, pero la lady se quedó cavilando un poco mordiéndose los labios.

- Hecho...pero que sean dos...- repuso.

Al principio me negué, debido al asco que me inspiraba el rostro pintado de esa mujer y la vergüenza que me provocaba el saber que extraños me iban a estar observando, además de que no me gustaba nada la idea de un trío.

- Ándale...mira, échate una de éstas y verás que chingón te alivianas...- pidió Javier ofreciéndome una cápsula de éxtasis.

Vacilé un poco, pero la irresponsabilidad y la curiosidad pudieron más, y es que cuando tu cerebro está nadando en un mar de alcohol, ya no piensas con la cabeza de arriba, sino con la cabeza de abajo, y ante la perspectiva de lo que estaba a punto de suceder, mis perversiones despertaron. Sin decir más le arrebaté el éxtasis y con un trago de cerveza lo ingerí. La darkie hizo lo propio y guardó la otra cápsula en la bolsa de su abrigo negro. Después sacó la lengua para mostrarnos un prendedor que traía clavado:

- Verán que no se arrepentirán de lo que están a punto de experimentar, con esta cosita que me puse en la lengüíta voy a hacer que se sientan en las nubes...mejor...en el Paraíso.

Se puso en cuclillas y nos abrió las cremalleras. Entre quejidos de placer y suspiros ahogados pasaron unos quince minutos, mientras ella nos devoraba ávidamente. Javier terminó primero que yo. De un estremecimiento fue a recargarse a la sucia pared. El baño estaba a semioscuras, pero se podía adivinar bultos de parejas y tríos que se entregaban a prácticas similares, aparte de que un humo denso de yerba perfumaba el ambiente.
Cuando por fin eyaculé, la putita no me dio tiempo de retirarme e ingirió todo lo que le di, lo que me provocó náuseas. Escuché el ruido que hizo el costalazo que se dio cuando cayó vencida por el cansancio. En un ataque altruista hice por buscarla entre la penumbra pero Javier me jaloneó.

- Déjala. Ya está bajo los efectos de la cápsula y no nos conviene que alguien nos pesque junto a ella...que se las arregle cómo pueda...de eso no se va a morir, puedes estar seguro...mejor vámonos a buscar una mesa y sentarnos porque no tarda en sucedernos lo mismo.

Y así fue. Desde que salimos de nuevo al ruido y a los empujones, comencé a sentirme eufórico y una multitud como de luciérnagas se me aparecieron. No dejaba de carcajearme y agradecer profundamente a no sé quién por la situación. Sentíame el amo del mundo. Todo era pequeño para mí. Quería saltar, cantar y de pronto me vi hablando el mismo idioma de monosílabos y sonidos guturales que reinaba en ese lugar.
En eso los objetos empezaron a adquirir formas extrañas, oníricas. Las superficies de las mesas se deformaron en caras que me observaban directamente, que me sonreían. Los faroles que semialuzaban el lugar se convertían en policromías lúdicas que me mareaban. El cuello de las personas a mi alrededor se estiraba y sus voces se escuchaban unas veces distantes otras cerca, pero agudas. Así pasó una media hora.
Al volver en mí, estaba alivianado y contento. Ya no experimentaba ningún tipo de borrachera y una falsa seguridad se apoderó de mi ser. Javier se había levantado de la mesa mientras yo sufría aquella especie de transe. En la mesa contigua descubría a Raúl jaineando con otra de las darkies. Como pude me levanté y le toqué el hombro. Sin dejar de besar a la tipa me vio de reojo, lo que aproveché para decirle que fuéramos en busca del otro.
No le fue muy difícil incorporarse. El espantajo de vieja que se había conseguido quedó recargada en el respaldo del sofá, seguramente dormida.

- Se ve que no pierdes el tiempo papá...- le dije burlonamente.

- Nada más estábamos bailando...de repente me abrazó y comenzó a besuquearme sin permiso...

- Y tú tan dejadote...

No puedo mentir, quería otra cápsula de éxtasis. A lo lejos alcancé a observar la espalda inconfundible del Javi. Se había unido a una bolita de trashers y hacían algo que solamente supe cuando Raúl y yo nos acercamos. Era un concurso de a ver quién tomaba más tequila mezclado con “camiseta mojada”. Obviamente las participantes eran exclusivamente hembras, a las que acostaban sobre la mesa y con un embudo les vaciaban el vital líquido en la boca mientras que con cerveza o agua fría las empapaban en todo el cuerpo, encendiéndoles los pezones y dejándolas prácticamente desnudas.
Que yo recuerde ninguna de las que me tocó ver, que fueron cuatro o cinco, salieron del concurso por su propio pie. Cuando Javier se percató de mi presencia soltó una risa escalofriante y me preguntó cínicamente: “¿Qué tal tu viaje al valle mágico y misterioso, rufián?”.
Disimuladamente le pedí otro éxtasis, pero Raúl se dio cuenta acerca de lo que estábamos hablando y exclamó:

- Así que finalmente lo hiciste navegar también a él...me parece chido...considéralo como un regalo de despedida de tu amiguito ahora que ya te vas a Juaritos, pero también como un paso que das para estar más cerca del infierno...

Sentí una especie de vergüenza que traté de olvidar, porque lo que quería era otra “bala”.

- Pérate...-dijo Javier-...deja que se te pase el efecto de la que te tomaste y te doy otra...cómo te sentiste...¿Verdad que chingón?...por este cabrón ni te preocupes...también le pone pero lo disimula...al rato le comparto su dosis para que se ponga a tono...y qué te pareció las mamadas que nos dio la pinche pirata que nos ligamos...

Me negaba a creer que Raúl hubiera sido capaz de drogarse alguna vez, aunque a decir verdad, si tomaba con exageración, nunca debió constituir una sorpresa para mí el que lo hiciera. De nuevo buscamos una mesa en donde sentarnos. El concurso había terminado y Javier escuchó que la “tocada” se estaba poniendo buena en el primer piso, por lo que decidimos unánimemente bajar haciendo uso del elevador.



Acaricio continuamente el teclado de la máquina de escribir. Trato de trasladarme al tiempo y el espacio precisos. Quiero recordar cada cara, cada mirada, cada insinuación con exactitud. Sin embargo, no estoy muy seguro del momento en que la virgen comenzó a tejer la telaraña. ¿Qué tipo de hilos utilizó?. El caso es que a diez años de distancia, parece que mi memoria trata, inconscientemente, de borrar muchos de los detalles, poco a poco. Es por ello que he decidido plasmarlos en el papel.
Ya estábamos sentados a una de las mesas. Unos cuantos tragos de cerveza más y yo reclamaba otra cápsula de éxtasis. Raúl consumió un poco de cocaína mientras que Javier se dejaba llevar por la música. Fue mi primera y única experiencia con las drogas. Súbitamente vimos cómo unos tipos bajaban cargando a la darkie que dejamos noqueada en el baño. Después de vernos con profundo nerviosismo de mi parte, Javier me dijo que no me preocupara, que si hubiera sido algo grave habrían mandado por un médico. “Además, el éxtasis se lo tomó por propia voluntad...nosotros solamente le exigimos una paga a cambio...”
Realmente no me importó tanto lo que le sucediera a la chava, pero sí me apuraba que alguien nos hubiera visto junto a ella, o peor aún, que nos hubieran visto tener sexo con ella en el baño.
El de la culpa fue Raúl. Fue él quien las detectó cuando miraba por entre la concurrencia hacia las demás mesas. Le tocó un hombro a Javier, para hacerlo voltear, y le propuso que mirara directamente a su izquierda. Yo hice lo mismo, casi movido por el instinto. Eran dos chicas exageradamente hermosas, más bien “fresitas”, y desencajaban completamente con el ambiente gótico y subterráneo que allí se vivía. Una era rubia y la otra trigueña, de una cabellera profundamente negra y ondulada la segunda.
Igualmente ellas también se fijaron en nosotros(más bien en los otros dos, nunca he tenido suerte con las chicas chic), y se dijeron algo. Con la mirada invitaban a que nos les acercáramos, pero nos invadía la inseguridad, esa sensación de una cosa extraña que anda por allí. Pero Javier era decidido y con dos cápsulas de excremento bañándole el cerebro, lo era más.
Nos condujo hasta la mesa en donde se encontraban los pedacitos. “Chance y conozcan a alguien para que se haga el trío de parejas y si no pos da igual...”

- Hola chavas...porqué tan solas...- pregunta Javier gritando para imponerse a la música.

- Pués porque ustedes no se animaban a acercarse...falta de confianza...- contestó la rubia, que a mi parecer era la virgen más guapa de las dos.

Vamos, que el resto del tiempo Raúl y Javier se la pasaron ligando y yo nada más viendo. A la media hora Javier ya le había dado como diez besos a la güera y yo ya estaba harto de la cerveza y de ver cómo los otros dos agasajaban como si no fuera a haber un mañana. Llegó el momento en que la rubia propuso que saliéramos del ambiente de “La Roca”, y fuéramos a la casa de una amiga que tenía party todos los fines de semana. No rehusamos la invitación y nos dispusimos a salir de allí en ese preciso instante, no sin antes recibir disculpas de las dos morras por no traer otra acompañante y dejarme solo, pero que sin embargo “en la fiesta sobrará con quien le des vuelo a la hilacha. Raúl me guiñó el ojo y me sonrió, mientras que la trigueña lo besaba en las mejillas. Ya le había convidado polvo blanco y en eso me acordé que todavía no consumía la otra dosis de éxtasis. En esto, ya habíamos salido de “La Roca” y el aire de la noche provocó que me pusiera más ebrio de lo que me sentía, a modo de ver luces relampagueantes y como si me hubieran dado un fuerte volantín. La cabeza me daba vueltas.
Llegamos hasta un carro negro, con los vidrios polarizados.



Es muy diferente cuando a uno le cuentan la historia y solamente se es el escucha. Es muy diferente oír la historia que les sucedió a gente a la que uno ni conoce. Se siente una especie de emoción que raya en el regocijo. Todos los elementos de la narración se pueden relacionar, y si queda un cabo suelto, no importa. Pero cuando se es parte de la leyenda, cuando se vivió en carne propia y se sabe cómo ocurrieron verdaderamente los acontecimientos en cuestión, la cosa se torna diferente.
Algunas personas aseguran que a los muchachos los engancharon en algún punto de la Zona Dorada, más específicamente en el “Old Town”, y que se los llevaron a una casa semidestruida que está en la colonia “Tierra y Libertad”. Pero lo cierto es que nos sacaron de “La Roca”, un refugio de niños ricos con perversiones reprimidas y que juegan a estar “in”. Y nos llevaron a una residencia lujosa y antigua que está en las colonias aledañas al hospital central. Lo adivino por muchas cosas. Primero, porque a pesar de mi estado beodo tan crítico, alcancé a ver la parte alta de la facultad de medicina y la cúpula del hospital, en el momento en que pasamos por allí. De la hora no me acuerdo.
Al llegar, Raúl se besuqueaba violentamente con la trigueña, en tanto que Javier y la güera ocupaban el asiento del piloto y el copiloto, respectivamente. Afuera de la casa a la que íbamos a entrar, se encontraban en hilera varios carros, pero lo que más me llamó la atención es que también se encontraba un carro de la policía municipal, y sus tripulantes, dos “chotas” con cara de perro, andaban bien acompañados, y por lo que vi muy bien servidos. “Lo que al pobre le condenan, al rico se lo festejan”, pensé.
Cuando bajamos del vehículo yo caminaba tambaleándome. Le pedí la cápsula de éxtasis a Javier, pero éste me señaló a los policías y me pidió que esperara. “No te preocupes...adentro hay todo tipo de porquerías para que te envenenes...”, exclamó la trigueña pícaramente. No tengo que mencionar que la casa era enorme. En la parte frontal estaba ese jardín que parecía jungla, con multitud de arbustos olorosos, noches buenas, geranios y jazmines. En el centro estaba una fuente de agua activa, con un querubín en medio, que arrojaba el líquido por el cántaro que sostenía, emulando a Ganímedes. Tras la fuente, había una banca de cobre, en la que seguramente los dueños de la casa se sentaban para atacar el calor en la primavera.
Adentro, el bullicio era palpable. Cuando entramos nadie se molestó en fijarse en nuestra llegada. Nadie excepto la “anfitriona”, que obedeciendo a la amabilidad nos recibió con un falsamente cálido “hola”. La rubia que se había ligado Javier le musitó no sé qué cosas al oído y después voltearon a verme.

- La única que está sin compañía es Mayté. No sé qué le parezca a él. Es de las más guapas pero ya está medio ebria...

No analicé muy a fondo las palabras que había pronunciado aquella morena de ojos verdes, sin embargo sí inquirí a mi alrededor y me di cuenta que todas las mujeres que estaban en la fiesta tan colorida, eran extremadamente hermosas, mientras que los chavos éramos extractos de diferentes culturas. Como había cholos, había cheros; como había rockers, había fresas. También tipos con aspecto de nerds, estudiantes, albañiles y por supuesto, los maquileros.

- ¿Quieres conocer a Mayté? Es una amiga mía y es muy linda...seguro que te la pasas bien con ella- era la güera que me susurraba en la oreja.

Yo habría preferido mil veces haber trampado con ella, pero Javier me la había ganado. A final de cuentas, el resultado iba a ser asquerosamente el mismo.



- Me encanta estar con un hombre- me decía Mayté e intentaba besarme, acción que no permitía por las náuseas que me producía su aliento a licor mezclado con humo de cigarro.

Yo le contestaba que daría todo por una probadita de polvo blanco o una capsulita de éxtasis. Que mi única intención era pasar un buen rato relajado, volando alto, pero ella no dejaba de acecharme. Su rostro de un blanco porcelana contrastaba con el color azul de sus ojos. Y seguía insistiendo con un besito y con que probara un carrujito de marihuana. Nos habíamos encerrado en una de las recámaras, lujosas y confortables, con un televisor de lo más sofisticado, de video casetera integrada. Mayté puso una película pornográfica en la que actuaba Rossanna Doll. En ese momento salía una escena de lesbianismo muy severo entre Rossanna y Barbarella. Hacían uso de una gran variedad de artefactos, la historia completa del fetichismo en un solo pedazo de celuloide.
Como Mayté continuara con su acoso, la aventé definitivamente. Cayó de bruces sobre la cama. Me miró con los ojos extraviados y emitió una risa sorda y maléfica. Entré al baño para mojarme la cara y liberarme un poco de la densidad del humo que emitía la yerba y fue cuando abrí un cajón en el que descubrí toda clase de inmundicias. Desde cocaína hasta jachís. Busqué lo que deseaba(éxtasis) y encontré algo muy parecido y decidí ingerir una dosis y guardar unas cuatro en la bolsa de mi chaqueta.
Al salir del retrete Mayté estaba colocando sobre la cama una amplia gama de juguetes sexuales. De súbito, su belleza mística, como la belleza de las otras mujeres que se encontraban presentes en el reventón, se disipó para mí. Fuera de la recámara seguía el barullo y la pantalla del televisor mostraba actos coitales increíbles, desproporcionados. La cápsula de éxtasis comenzaba a surtir efecto y me sentía alegre, feliz y no podía evitarlo. En tanto, la piruja avanzó hacia mí con ojos enfermos, pero un impulso, casi animalesco, me llevó a darle una bofetada que la derribó inconsciente al suelo.
Las alucinaciones comenzaron y volví a sentirme el amo y señor del Mundo. El cuarto entero se deformó en una policromía ambigua que empezó a adoptar la forma de una virgen que me enredaba en sus hilos, pero de pronto, su rostro hermoso comenzó a teñirse de rojo y en su frente asomaron unas picudas osamentas. De entre sus labios brotaron colmillos y su ceño se frunció, mientras su boca me empapaba de viscosidades malolientes. Al momento que se disponía a lanzar su zarpazo volví en mí y de nuevo estaba en la recámara, observando a Mayté tirada en el suelo. Definitivamente no quería nada con ella y decidí que la última noche de rol con mis amigos no sería todo lo fantástico que yo pretendía. Probé las drogas y eso me hizo sentir cool en un principio, una chica me practicó el sexo bucal acariciándome con una especie de tachuela prendida en su lengua. Pero no había podido llevarme a la cama a ninguna chava bien.
Salí de aquel cuarto cuando Rossanna Doll era penetrada por las dos vías y dejaba escapar gritos agónicos. A lo largo de la escalinata había parejas jaineando, igual que en el lobby de la residencia y en el living room. Aquello se había convertido en una verdadera orgía. En uno de los sofás estaban Javier y Raúl con sus respectivas nenas, lo que me hizo sentir frustración. Habría querido ligarme a la güerita. Decidí visitar el jardín que tanto me agradó cuando llegamos, solamente para sentarme en la banca y tomar aire fresco, a fin de cuentas pasaría inadvertido si abría la puerta, pués hasta la organizadora de la fiesta andaba en lo oscurito.
El aire me sentó bien. Hasta la fecha no sé cómo pero el letargo y la borrachera se disiparon. Decepcionado, metí la mano a la bolsa de la chamarra en la que traía lo que yo creía que era éxtasis, lo saqué y lo arrojé a la fuente. Recordé la imagen de la virgen y sus hilos, cuando escuché pasos. Me apresuré a esconderme entre los arbustos y vi sorprendido que se trataba de la güera. Miró para todas direcciones, cuidando que no la vieran. Yo contenía la respiración y sudaba un sudor frío, porque al momento que se subía el vestido, pensé que se iba a poner en cuclillas y yo iba a ser el testigo de una visión hermosa, de la perspectiva de una selva rubia. Pero fue cuando comprendí el significado que mi subconciente me mandó, y era que uno de esos días, leí que los hilos de la virgen podrían ser, también, las babas del diablo, porque en vez de ponerse en cuclillas, el demonio se volteó a la fuente y comenzó a mear sobre el agua que escanciaba el querubín. No podía creerlo. Me froté los ojos violentamente y contuve unos vómitos que se me vinieron, más continuaba sin creerlo. Alguien más salió y reconocí a la seudoanfitriona.

- ¿Ya les pusieron todos las capsulitas de ajenjo en las copas de vino a sus “mayates”?- preguntó la güera usando una voz diferente, más ronca y fuerte.

- Sí. Ya todos me hicieron la señal y es cuestión de tiempo...tres capsulitas por cada chiludo- dijo la anfitriona cínicamente.

- ¿Le dijiste a la “Mayté” cuáles son?.

- Claro...las azulitas que parecen éxtasis...de hecho, la bolsa que contiene el arsenal de cápsulas la guardé en el baño de la recámara en la que se encerró con el chavo que le presentamos...se la ha de estar pasando cañón degenerándose y abusando de ese pendejo.

- Para estas horas los polis ya se han de haber ido...les di una buena lana y se llevaron lo suyo...y aquí, la diversión apenas va a empezar...

Lo último que escuché fue un coro de carcajadas crueles y muy varoniles, luego, el ruido de la puerta cuando se cerró. Temerosamente me acerqué a uno de los ventanales y la escena fue aterradora: no era ellos a ellas, sino ellas a ellos. Los pobres infelices, seducidos por rostros ficticios, estaban siendo sodomizados, empinados en el suelo, los sillones, las escaleras. Eran flagelados con látigos y violados con objetos de lo más grotescos.
Solamente me recuerdo al salir corriendo de aquel jardín. No recuerdo las calles, nada más recuerdo que llegué a la Pacheco y no dejé de correr hasta la Industrial. Sobre la Avenida Independencia miré hacia el cielo. Unos cuantos puntos brillantes estaban muriendo ante la inexorable presencia del amanecer. Jadeaba. Al mediodía ocupaba el carro ochocientos setenta y uno que me llevaría a Ciudad Juárez. De Raúl y Javier no volví a saber.
La sala de redacción está helada y mis dedos tiemblan. Mis brazos tiemblan. Titiriteo y una sensación extraña recorre mi espalda, que también tiembla.
"Todos ven lo que tú aparentas; pocos advierten lo que eres."
Nicolás Maquiavelo, escritor y politólogo italiano.