viernes, 26 de septiembre de 2008

Lo hermoso del idioma.

Por
Gustavo Urquiza Valdez


Hace algunos años, cuando se dieron cita en la ciudad de Guadalajara(palabra de origen árabe que significa “Río de Piedras”, Hua-Da-Lajara,), Capital del Estado de Jalisco, los hombres y mujeres que tienen el privilegio de conocer la palabra, surgió una polémica.
Como invitados de honor, por ser Premios Nobel de Literatura, fueron Camilo José Cela, el español, autor de “La Familia de Pascual Duarte” y “La colmena”; el poeta y ensayista mexicano Octavio Paz, autor de “El arco y la lira” y “Libertad bajo palabra”; y, finalmente, quien quiso ser el protagonista del Congreso, el colombiano Gabriel García Márquez, autor, por supuesto, de “Cien años de soledad”, único libro que vale la pena en su repertorio.

El finado escritor español Camilo José Cela

Y es precisamente este último, quien más que desatar polémica, causó risa. Presentó y hasta tuvo la osadía de leer frente a tanto intelectual, un ensayo cándidamente titulado “Botella al Mar para el Dios de las Palabras”, en el cual, en pocas palabras, propone la erradicación de la bella ortografía.

Gabriel García Márquez

No hubo comentarios respetuosos, más que el de Octavio Paz (EPD). Pero los demás asistentes y auditorio en general se despitarraron en burlas y desconciertos al ver como el considerado mejor novelista de hispanoamércia hacía el ridículo a través de semejante osadía.
El cambio que proponía García Márquez, alias "el gabo", se asentaba sobre el argumento de que es urgente simplificar el idioma antes de que el idioma termine por simplificarnos a nosotros.
Obra de Dios que a los maestros Menéndez Pidal, Menéndez Pelayo, Ortega Gasset o Andrés Bello no lo escucharon. Alfonso Reyes le habría visto con lástima, los anteriores se habrían deprimido.

Menéndez Pidal, erudito.


Jorge Luis Borges nada más habría colocado tristemente su boca en sus manos asiendo su característico bastón y habría lanzado un suspiro.
Azorín, Pío Baroja, Unamuno…en fin. Tan solo al omitir los acentos, los puntos, las comas, los puntos y comas, las diéresis, se desataría el infierno gramatical, un retroceso a la España ocupada aún por los bereberes antiguos. No se entendería nada y, claro, no se efectuaría el proceso de la comunicación gráfica. Las confusiones al leer, podrían desatar un cáos.
Imagínese usted leer “Rayuela” de Julio Cortázar sin obedecer a las reglas de la puntuación, precisamente cuando una de las hermosuras del texto radica en el uso magistral que hace el autor del idioma español, entretejiendo vocablos ánglicos y acontecimientos catárticos y mágicos que sin el empleo de una buena redacción no sería, jamás, posible.
Aunque Julio y el “Gabo” eran amigos, seguro que aquel lo habría noqueado de una bofetada y avocado solamente a escribir en francés, para no ser la víctima de otra desilusión como esa.
Gabriel García Márquez comprendió que el protagonismo es abyecto y asqueroso, por lo que no tardó en pedir disculpas públicas ante las autoridades competentes: las academias y asociaciones de la lengua española en España, Hispanoamérica y Norteamérica, afirmando que lo que menos tuvo como intención fue la de insultar o blasfemar. Reconoció su error.
Desde el épico “Cantar del Mío Cid”, dividido en tres partes, “El destierro”, “Las bodas de las hijas del Cid” y “La afrenta de Corpes”, además de unos fragmentos llamados jarchas que anteceden a esta joya de la literatura hispánica, nuestro idioma a sufrido una metamorfosis dolorosa hasta llegar a la actualidad, en la que la podemos considerar más o menos perfecta, siempre y cuando la utilice un conocedor, pués el común de la gente la asesina constantemente haciendo mal uso de ella.

"El Cid campeador"
El Imperio Romano conquistó esa región a la cual bautizó como Hispaniard. Su ocupación duró cientos de años, lo cual, indubitablemente por lazos genéticos nos convierte en latinos. Roma impregnó de su esencia cultural a los españoles, prueba de ello están las ruinas de Tívoli y el factor de que por mucho tiempo, el idioma oficial fue la lengua latina(Lingue Latinae).
Y como dirían los italianos, aquella época fue cuando el idioma se encontraba “en las uñitas tiernas”.
Después se avecinó la invasión árabe, cuya estancia duró aproximadamente ochocientos años, hasta que al final perdieron el Al-Andaluz, su último bastión en la Península. Ellos, aunque les pese a muchos, llevaron avances científicos, arquitectónicos y artísticos muy importantes, que hicieron avanzar en todos esos aspectos a los españoles de aquel entonces, aceptando el establecimiento de un límite racial.
Es precisamente un aporte de los árabes(descubierto por los chinos), a los españoles, lo que determinó su difícil victoria sobre los pueblos autóctonos del Continente que ahora es América: la pólvora.
El caso es que vinieron, ya utilizando vocablos árabes hermosos como Alabanza (Canto a Dios), Guadalupe(Río de Lobos), Alhaja, Alfombra, etc.
Sucedió lo que sucedió, conquista o arbitrariedad, colonización o desplazamiento, pero las tropas españolas llegaron a Mesoamérica. Entonces ahí o allí(le reto estimable lector, cuál es lo correcto), después de la primera guerra en la que se utilizaron las armas biológicas, según el caricaturista Rius(y que conste que lo dijo un intelectual de orígenes netamente españoles), por aquello de las pestes y la sífilis, los soldados comandados por Cortés, descubrieron otro hermoso idioma: el náhuatl.
De él utilizamos miles de palabras que son verdaderas canciones. Aguacate, Tonantzin, Tonatiúh, Xóchitl, Nicté, Quetzalcóatl. Y de esta manera se fusionaron.
Así es. Poseemos un lenguaje especial, con moléculas del céltico, cobertura latina, fusiones influyentes arábigas y autóctonas americanas. Y el Señor García Márquez, de Aracatá, quería simplificarlo. ¿Me pregunto que le habrían dicho los hermanos Enríquez Ureña, sus paisanos?.
Del uso de la lengua se conoce la grandeza de corazón de un hombre. La cultura e identidad de un pueblo están salvaguardadas si este conoce su lengua hablada y escrita, pués no dejará bombardeos de idiosincrasias ajenas.
En el colapsante año de la “Guerra Civil Española”, México se vio beneficiado con una gran cantidad de intelectuales exiliados, que huían de Franco y fueron rechazados por su vecino país Francia, cuna de la palabra “Civilización”.
De las diferentes provincias de su “Madre Patria”, arribaron los de la Galiza o Galicia, provenientes de Pontevedra, La Coruña, Orense; llegaron los grandes vascongados y los navarrenses y nos vimos más enriquecidos en las aulas universitarias, en la que nos legaron talentos que pueden ayudar a la juventud a respetar el idioma.

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