jueves, 25 de septiembre de 2008

ALGUNAS CONSIDERACIONES ACERCA DE LA EVALUACIÓN
por
Gustavo Urquiza Valdez


Remitirnos al origen de la evaluación, como concepto intangible, constituye una amplia gama de verborrea y laberintos lingüísticos, ya que su génesis se disipa en la conducta del Ser Humano desde sus albores, es decir, desde los principios de las primeras manifestaciones de una sociedad.
Y aún así, la evaluación está implícita en la naturaleza del hombre y la mujer en el mismo momento que estos se fijan el uno a la otra como preludio a la culminación de la cópula, y después, ya en la madre, se expresa en la observación que le prodiga a sus hijos, cuidando de su formación correcta para que esta se pueda amoldar a la naturaleza en que le tocó vivir.
Sin embargo, la memoria de la humanidad no es tan subjetiva como a veces se presume, y precisa de datos más objetivos y concretos, como son los de las fechas y los nombres, las épocas y sus personajes e instituciones más relevantes, aunque estas den al traste con el verdadero propósito benéfico de un concepto y hasta lo deshumanicen finalmente.
Por ello, es necesario plasmar en este híbrido ciertos aspectos del vocablo evaluación y todos los ámbitos en los cuales deriva, llámense influencia social, económica, política e incluso en donde se origina, irónicamente hablando, en el sector que se supone es educativo.
Pretendamos que nos encontramos en pleno asqueroso Medievo, en el Viejo Continente. El Obscurantismo está en todo su apogeo, y más si hablamos de Francia, España, Alemania e Italia, sin olvidarnos de los británicos y británicas, con su irónica sonrisa inglesa. La situación está que arde, literalmente, pués quien se atreve a decir que el hombre no es el centro del Universo, los Dominicos le mandan a la hoguera; a los esquizoides, los Dominicos les mandan a la hoguera por considerarse poseídos de algún demonio; quien dice que hay pruebas contundentes de que la Tierra, al igual que los cuerpos celestes que pueden observarse a simple vista durante la noche, es redonda, va a la hoguera; mujer que tiene como mascota a un gatito negro, va a la hoguera por bruja.
Bien. Judíos, árabes y mozárabes, también van a la hoguera. Cabe resaltar que el concepto de Universidad se lo debemos, por cierto, a la Cultura Musulmana que hizo su llegada a Europa y permaneció allí más de ochocientos años. Ahora, pretendamos que somos universitarios en alguna de las prestigiadas instituciones que imperaban en aquel tiempo. Tal vez, Salamanca, ¿la Sorbona?, ¿Oxford?, ¿Florencia?. En fin.
Caminemos por las calles de alguna de estas vetustas ciudades, no sin antes tener la precaución de fijarnos en las ventanas de las viviendas, porque los europeos solían lanzar el excremento y los orines sin decir “agua” va. No tenían drenaje. Vamos ataviados a la usanza de los estudiantes: una capa y boina negra y un crucifijo marca diablo a manera de collar.
Las lecturas de carácter obligatorio son las Confesiones de los que muchos califican como un San Agustín. Se tiene que ser cristiano aunque la Biblia solo esté abierta para los clérigos y uno que otro osado que sepa latín y griego.
Pués aunque ustedes no lo crean, es en este escenario(gracias Copérnico y Galileo por haber nacido), que comienza a atisbarse una ligera pero sumamente equivocada acepción del vocablo evaluación.
En la Institución Universitaria de la Edad Media, la evaluación se tomaba como una simple conjunción de parámetros que medían la capacidad de almacenamiento de conocimientos que poseía un estudiante, hombre por cierto, ya que a las mujeres se les tenía vedada la inclusión a las escuelas.
De esta manera, a nivel bachillerato, era en el que se planteaba para qué tenía dones un joven, si para médico, letrado(abogado), fraile, clérigo, guardalibros(contador), teólogo, filósofo o sencillamente quedarse en el respetable nivel de bachiller y administrar los negocios paternos.
Como fuera, el papel de la evaluación comenzó por mal camino, y la verdad es que sigue, ya que su primer propósito no fue el de humanizar al individuo, sino encasillarle en alguno de los estándares establecidos de esa decadente sociedad obscurantista.
En cuanto a su evolución, no hay mucho qué decir. Fíjense bien en ello. En los Estados Unidos, y ya resulta un tópico bastante bombardeado, se ha postulado que siempre fue de la mano con la industrialización y que bla, bla, bla hizo de los tests y quizzes mecanismos sorpresivos para descubrir las potencialidades de un trabajador en las fábricas y de las escuelas, fábricas de trabajadores en serie, con distintas modalidades, pero en serie y completamente cercenados del cerebro: tú eres bueno para esto, tú eres bueno para lo otro y tienen que obedecer a los que egresan de Harvard o Yale o Princeton, que a su vez los hacen creer que son la especie dominante...la máquina siempre ha estado descontrolada.
Y lo cierto es que en nuestra propia institución, nuestra propia materia que es la intervención educativa, adolecemos de los mismos vicios, pués tenemos que ceñirnos a una relación de poder, haciendo caso omiso de los talentos y habilidades que tal o cuál persona puede poseer. Que si tienes tantas faltas, Adiú; que si me caes mal, Orevoi; que si no te gusta trabajar en equipo, Sayonara. Que si tengo faltas, te caigo mal o no me gusta trabajar en equipo, ¡Al Carajo!, diría yo. Si reúno las cualidades para ser un buen interventor y enfrentarme a la urgencia de un proyecto para transformar, porqué me deben echar por faltas, porqué debo aguantar a un grupo de pueriles a los que ni soporto, siendo que al final termino por hacer yo sólo las cosas y ellos nada más parándose el cuello junto conmigo. Si le caigo mal a una maestra o maestro, por qué no se fijan en mi lado bueno y las cosas que he llegado a hacer incluso en beneficio de ellos, cuando varios de los que tienen dieces en la boleta, y los puedo señalar, son groseros, irrespetuosos, no saben de lo que se trata la carrera, a pesar de ir a la mitad de ella.
Los objetivos no están claros, porque los conceptos de evaluación se difuminan en diversas explicaciones de la misma, en consecuencia, desgraciadamente, y aunque debiera, no tiene nada qué ver con la calidad de la educación.
Qué Pecatto, como dicen los italianos.

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