lunes, 15 de septiembre de 2008

Hans Christian Andersen y sus maravillosas historias. Por Gustavo Urquiza Valdez




Los detalles en el mundo de la literatura comparativa son tan densos que muchas veces no nos damos cuenta de las maravillas que encierran historias tiernas como la del “Patito feo”, un ser a quien le hacían sentir horrible pero cuya humildad lo llevó a tal extremo que como premio descubrió que era una de las aves más hermosas: el cisne.
Ninguna especie animal le aceptaba en su granja de origen, a tal grado que tuvo que huir saltando la cerca para conocer el Mundo es más grande. Finalmente aprendió la lección que las creaturas más hermosas son las que aceptan a los demás tal como son.
El autor de este cuento que ha pasado de generación a generación era un danés de nombre Hans Christian Andersen, y su nominativo está enmarcado con letras de oro en el Universo Literario, lo cual se lo ganó a pulso desde la niñez, cuando de su pequeño pueblo le pidió permiso a su madre para emigrar a Copenhague.
¿Para qué? Pués para llegar a ser un gran bailarín y cantante, además de actor teatral, ambiciones que muy pronto amedrentaría al percatarse de que no tenía talento para desarrollar ninguna de ellas. Sin embargo, el joven Andersen, de dieciséis años de edad, siempre fue tenaz y sus objetivos los perseguía con fidelidad y denuedo, usando una seguridad en sí mismo que a algunos otros les faltaba.
Desde la adolescencia, precisamente, siempre estuvo seguro de que un día alcanzaría la cúspide de la fama, pero la Vida se lo concedió no por el camino que él quería, sino por el sendero del papel y la pluma. Contrahecho, excesivamente alto y de semblante melancólico y bonachón, aparte de poseer una mirada sumamente profunda, en cierta ocasión, en la mansión de una dama rica, en la que se celebraba un festejo de ocasión, le contrataron para cantar y declamar cualquier cosa.
Sucedió que a la presentadora se le ocurrió introducirlo a la concurrencia como el joven poeta y literato. Al escuchar semejante epíteto, los ojos se le llenaron de lágrimas y esas dos palabras se le agolparon en la mente, haciéndole ver cuál iba a ser su destino.
En ese entonces contaba con veintidós años de edad. Precisamente en esa fecha comenzó su instrucción literaria a fondo, cultivándose sin cortapisas, leyendo lo que le caía en las manos, a veces de tres libros por día, asegurándose un acervo que le ponían a la altura de los más expertos.
Fue cuando escribió una novela de corte romántico, a la que se le estimó considerable por la crítica y todavía, actualmente, se le toma en cuenta. Pero la verdadera suerte de Andersen, fue la de haber provenido de una familia de linaje humilde, pués eso contribuyó a que historias y leyendas del folclore de su región natal se preservaran en su memoria, convirtiéndolas en cuentos de hadas, justo cuando los Hermanos Grimm, autores de “Blanca Nieves”, habían desaparecido.
El éxito fue contundente. “El patito feo” fue una de sus primeras obras completamente originales, sin tomar ningún elemento de las anécdotas anteriores. Después vendrían dos indubitables joyas, no sólo de la literatura infantil, también para adultos: “La sirenita” o “La pequeña sirena” y “El traje nuevo del Emperador”, en el que se ridiculiza lo abominable de la vanidad humana.
Otras de sus obras son “El soldadito de plomo”, “Tía Dolor de Muelas”, “El ruiseñor” y decenas de cuentos más.
A pesar de haber derramado su tinta a favor de los lectores infantiles, autores como el legendario Premio Novel de Literatura, Thomas Mann, quien escribió “La montaña mágica”, y el inglés Charles Dickens, recibieron influencias muy directas de él, sobre todo este último, en el volumen de cuentos de “Apuntes póstumos del Club Pickwik”.
Además no se escapa el culpable del “nefando pecado”, Oscar Wilde con sus famosas historias escritas para sus hijos: “El príncipe feliz”, “El ruiseñor y la rosa” y “El gigante egoísta”.

No hay comentarios: