lunes, 24 de agosto de 2009

Los Mirmidones

por Gustavo Urquiza Valdez
Hidalgo del Parral, 1969.


Soy historiador del pueblo desde hace un poco más de veinte años. La primera gran motivación de mi vida fue cuando aquella inundación devastó los cimientos físicos pero también anímicos de mi amado pueblo.
Logré unas gráficas estupendas de esa inundación ocurrida en el cuarenta y cuatro.
Poco tiempo después, en el Cincuenta y uno, logré un premio nacional de periodismo cuando di a conocer dichos gráficos en el certamen “Francisco Zarco”
Para entonces ya contaba con treinta y dos años de edad. Era relativamente joven y no me cayó nada mal, ni la fama de buen fotógrafo ni el dinero que gané.
Aunado al hecho de que era ya una figura nacional, mis labores de investigador me llevaron al nombramiento de “Cronista vitalicio y cuidador del archivo histórico de la ciudad”.
Justo cundo pensé que nada mejor sucedería más adelante, allí estaba, buscando un documento que avalara que Hidalgo del Parral, Chihuahua había sido la Capital de la Nueva Vizcaya y no Durango.
Fueron meses de debate entre historiadores de todo el país, incluyendo foráneos. Debo recalcar que fueron meses de intenso debate.
Sin embargo, el Real de Minas de San José del Parral, como se llamaba hace centurias, no salió victorioso. Y es por ello que yo, el responsable, fui herido en mi orgullo, sabiendo que era quien más debió aportar a la lucha.
Pero he aquí que descubrí el documento más extraño que historiador alguno descubriera jamás en su vida.
Yo, que nunca pensé hacer un descubrimiento extraño, encontré entre incunables y registros de propiedad, dos papiros de siglos de antigüedad, aparentemente, que al momento captaron mi atención por el solo hecho de tratarse de papiros. Otro premio nacional estaba en puerta.
Uno de los papiros mostraba en letras, que yo consideré medievales, una declaración y una lista pertenecientes a un grupo supuestamente de carácter milenario.
“La resurrección del Ejército de Aquiles” era una y la segunda era, como dije, una lista de unos tipos que se hacían llamar “Los Mirmidones”.
Leí ávidamente la resurrección de tan extraño ejército. Me di cuenta que quien lo escribió mencionaba el sitio de un lugar llamado Ilión y que Aquiles, un rey griego, mató a uno de los príncipes más importantes de esa tierra.

Todo tomó un tinte más interesante cuando desfilaron ante mis ojos los nombres de los dioses griegos: Zeus, Hera, Apolo y todos ellos que la maestra de segundo año me había enseñado en la clase de gramática.
No pude leer más. Las letras medievales eran ininteligibles para mí.
Acudí a un amigo paleógrafo de la capital del estado, dispuesto a descubrir tales narraciones. Esteban Aragonés se encontraba en la ciudad de Chihuahua inspirándose ante la vista de la catedral y esperando formar un buen libro de poemas religiosos. Mi visita le incomodó.
Sin embargo, al mostrarle mi descubrimiento, me dí cuenta que mi viaje de cuatro horas no había sido infructuoso.

- Por la letra, sobre todo las mayúsculas, considero que este texto data del siglo catorce... pero utiliza palabras que no se usaron sino hasta el siglo dieciocho. La trama, es extraña. Según aquí, después de la muerte de Aquiles, Rey de los Mirmidones, éstos se dispersaron, quedando solamente un grupúsculo.
Esteban fue de gran ayuda para mí, pues siguió la lista.
Después de miles de años de su desaparición, un monje, quien supusimos, fue el autor del documento en cuestión, encontró una lista de nombres a la que le añadió otros.
Decidimos dejar la lectura de los nombres para después. Esteban dijo:

- Vamos, que necesitas descansar y supongo que ya tomaste esas tus pastillas para la depresión amigo Jacinto.

Y así lo era.


Al día siguiente, ávido de conocer qué sucedía, yo, Jacinto Flores, me dirigí muy temprano a casa de mi amigo el paleógrafo. No encuentro palabras para describir el semblante que vi en él.
- Había un párrafo que solamente se puede leer poniendo el papiro sobre la luz de una vela. Estaba en griego y es un juramento. Allí está sobre mi mesa de trabajo, traducido. Léelo y después sírvete leer la lista que ya pasé en limpio, y que como te darás cuenta no es tan antigua.

He aquí el juramento:
Nosotros los mirmidones, tras haber visto el sufrimiento de mujeres, niños y ancianos de la incendiada Ilión, hemos decidido no volver a la Patria Tierra, sino más bien reclutar seres vulnerables e iniciarlos en nuestro ejército para el progreso, por amor a la Humanidad.

Luego la lista que comenzaba con los siguientes nombres: Jacintus Flori, general tuerto en batalla y triste por ello, y Estebanus Aragonis, su escudero, que perdió una pierna.
Nunca recordaré el número de nombres y cuáles fueron esos nombres por lo sorprendido que estaba. Llegué hasta un punto en que estaban subrayados con rojo otros denominativos: “Fray Jacinto de Flores, franciscano expulsado de su abadía y su discípulo, el aragonés Esteban de sobrenombre “el cojo” y que siga la lista.”

Abraham Lincoln, José María Morelos y Pavón, Prince Hall, Hellen Keller, Edith Piaf, John Nash.

- Deja de leer y escribe nuestros nombres- interrumpió Esteban Aragonés, el paleógrafo-, y no olvides agregar, al mío, que tengo una pata de palo. Somos mirmidones. Y que siga la lista.

















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