Por
Gustavo
Urquiza Valdez
"Los libros son, entre mis consejeros, los que más me
agradan, porque ni el temor ni la esperanza les impiden decirme lo que
debo hacer." Alfonso V, monarca aragonés de hace cientos de años.
Al momento
de comenzar a escribir este artículo acerca del Maestro Carlos Montemayor, no
daba con un título que según mis pretensiones definiera la figura de este
irrepetible ser humano.
Se me
ocurrió el de ciudadano del Mundo. Mas lo considerè muy topificado y
recurrente.
Al Maestro
Carlos le conocí en el Dos Mil Dos, cuando el licenciado en Letras Españolas
Antonio Franco Aguilera, también parralense y aficionado a la mùsica culta, me
lo presentó.
Montemayor
me expuso algunas tesis de la narrativa de su obra, en especial la de su novela
cumbre, ¨Guerra en el Paraìso ¨. En ese entonces yo era un joven con una
carrera truncada de literatura hispana.
Don Carlos
fue hombre de letras, de libros, traductor, activista social. Escribir de èl
precisaría de una tonelada de tinta. Me confiò anècdotas de su vida que
recopilè en un cuaderno de notas que mantengo celosamente guardado bajo llave,
al igual que dos o tres cartas que me mandò alguna vez.
Me
sorprendiò su serenidad, su memoria, la fluidez y lo entendible de su lèxico.
Su manera de caminar, siempre con la frente erguida.
Naciò en
los años cuarenta, muriò en el Dos Mil Diez, mientras me encontraba en la
Sierra Chihuahuense como profesor de Educaciòn Indìgena, dando clases a
tarahumaras y tepehuanes, dos pueblos a quienes èl defendiò a capa y espada. Su
estudio acerca de la Naciòn Tarahumara, se considera como el ensayo etnogràfico
màs completo acerca de estos habitantes genuinos de nuestra entidad. Al recibir
la noticia sentì que la melancolìa embargaba mi salòn de clases, pero luego
recordè su amor por nuestros pueblos autòctonos y con màs alegrìa seguì
impartiendo la asignatura de Historia.
Amaba la
mùsica, el arte. El dìa que lo conocì me relatò còmo hacìa unos dìas habìa
impartido una càtedra en la Sorbona, universidad francesa. El tema era la vida
y obra literaria de Alfonso Reyes. El salòn de actos fue abarrotado de
estudiantes franceses y de todas las nacionalidades.
Ese dìa
brindamos con vino tinto en la casa de Hèctor Arras, finado historiador de esta
ciudad antaño Real de Minas. Dominaba varios idiomas y hasta lenguas indìgenas
de Mèxico. Tradujo a los textos clàsicos griegos y latinos.
Pero sobre todo era Humanista. Peliò por las causas de los grupos vulnerables de una manera titànica e incansable: pueblos indìgenas, discapacitados, diversidad de orientaciones sexuales.